Y en este punto, debemos evolucionar hasta una condición donde desearemos regresar al mundo de Infinito: partiendo de cero, de abajo hacia arriba, hasta escalar los cinco mundos de los que descendimos. Al hacer eso, en esencia realizamos el propósito de la creación. Así, habiendo caído hasta este mundo, existimos en este durante el transcurso de la historia hasta llegar al año 2011, el comienzo del ascenso. De aquí en adelante, todas las almas comienzan a elevarse. El camino de Arriba hacia abajo y de abajo hacia Arriba se extiende por 125 grados ya que cada uno de los cinco mundos consiste de cinco Partzufim y cada uno contiene cinco Sefirot.
Básicamente, todo está establecido y medido con antelación en el universo; todo tiene un propósito. Sólo necesitamos develar nuestro próximo estado de existencia, una y otra vez, y cuidadosamente entrar en este: cada uno en su manera individual. Todo está predispuesto, y en el mundo de Infinito (Ein Sof), llegamos estado del ser final, perfecto. Antes que descendiéramos de ahí, existíamos en el estado 1, y luego, a través del confuso y roto estado 2, regresamos al estado 3, Infinito. ¿Qué “ganamos” entonces? Ganamos autonomía. Después de todo, somos nosotros los que caminamos por este camino al Infinito, los que actuamos y los que alcanzamos la creación y las acciones del Creador. Ganando la conciencia de quién es Él, nos volvemos como Él y entendemos cómo actuar sin Él. Aprendemos, como lo hace un niño, hasta que llegamos a un peldaño en el que somos capaces de trabajar en el lugar del Creador, en toda la realidad, en toda la creación. El Creador es sólo una fuerza, pero somos nosotros los que la ponemos en movimiento. Es por esto que en el tercer estado, existen sólo el Creador y el ser creado, iguales y similares en todo. Eso es lo que ganamos. Esta es la meta que el Creador puso ante nosotros para que nosotros, los seres creados, podamos llegar a ser iguales a Él
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