
En el proceso de reencarnación, lo único que cambia es la forma externa, nuestra actitud o “vestimenta,” pero no el estado fundamental, interno. Es imposible hablar en absoluto de ese estado en términos de pérdida de vida, de muerte. La Luz que se expande en el Partzuf espiritual es llamada la Luz de vida. Cuando esta deja el Partzuf, viene la muerte. Sin embargo, en la espiritualidad las cosas nunca atraviesan por la vida y la muerte como lo entendemos porque una persona siempre está por encima de su llenado. Está en el nivel de la pantalla y la Luz reflejada, en el estado de Jafetz Jesed porque ha adquirido el nivel de otorgamiento. Si la Luz viene, entonces es bueno porque una persona puede recibirla por el bien del otorgamiento y esto le da más vida. Si la Luz de vida se va y la Luz de Jasadim permanece, esta también es vida, pero un grado pequeño de ella, hasta llegar a la iluminación más diminuta que le proporciona el mínimo justo, un estado durmiente. Sin embargo, de una forma u otra una persona siempre está conectada a la fuerza de vida. Por lo tanto, la ciencia de la Cabalá no le atribuye ninguna importancia a las sensaciones corporales que componen nuestra vida y muerte. En la Cabalá esas son nociones completamente diferentes que no son para nada lo que entendemos por ellas.
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