Con el fin de descifrar algo, uno debe comenzar desde el principio o desde el final, desde el principio de la Creación o desde su meta final.
Después de todo, lo que está en el medio pertenece a nuestro trabajo, a la libre elección. Al analizar el principio y el final, tenemos que entender qué tenemos que hacer en el medio. La diferencia entre el principio y el final del camino está en la adquisición de la intención de otorgar. Nada más que esto cambia en la realidad. Al cambiar la intención, encontramos nuestra diferencia con el Creador y la corregimos. Por lo tanto, está claro que nuestra tarea se encuentra sólo en el alcance de este propósito adecuado. Cada acción consta de pensamiento, palabra y acción. El pensamiento es el plan que lo precede todo, que incluye inicialmente el resultado de la acción. Y en el medio, entre el plan y la ejecución, está el discurso, es decir el discernimiento.
Y con el fin de hacer el discernimiento adecuado, hay que concentrarse. Esta es la razón por la que los cabalistas tienen la costumbre de estar en silencio, algo que también se hace en este mundo. Cuando la persona está a punto de someterse a un evento importante, quiere entender cómo hacerlo, se centra en él, lo cual requiere silencio, y trata de encerrarse, así no será molestado por conversaciones externas. Se prepara intensamente para llevar a cabo la acción correcta.
Es por eso que queremos pasar el fin de semana en silencio, en quietud, y pensar cómo podemos lograr la acción correcta. En vez de hablar, haremos discernimientos en silencio.
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