Baal HaSulam,
“Introducción al Libro del Zóhar”, ítem 10: Él no tiene ningún
interés en la recepción, sólo en el otorgamiento, mientras que las Klipot
no quieren nada del otorgamiento, sino sólo recibir para sí mismas,
para su propio deleite y no hay mayor oposición que esa. Y ustedes ya
saben que la lejanía espiritual comienza con una cierta disparidad de
forma y termina en oposición de forma, que es la distancia más lejana
posible en el último grado. En este mundo, los positivos (+) y los
negativos (-) se atraen entre sí al igual que los polos opuestos de un
imán. Por ejemplo, las personas que tienen opiniones contrarias
generalmente está interesadas en hablar con los demás y comparar sus
puntos de vista. Esto sucede porque nuestro mundo está sumergido en la
naturaleza egoísta de recibir. Como resultado, podemos conseguir algo
unos de otros según la medida de nuestra disparidad. Si fuéramos
iguales, ¿qué podríamos obtener unos de otros? La similitud no promete
ningún beneficio; necesitamos de los demás para recibir “beneficios” de
ellos si se trata de dinero, respeto, poder, reconocimiento, servicios,
etc. Uno necesita algo que no tiene, algo de lo que uno carece. Es por
eso que nos tomamos la molestia de tratar con los otros. Eso explica el por qué somos incapaces
de entender las relaciones entre el Creador y la creación: La distancia
entre ellos es enorme y no tienen oportunidad de acercarse. Al mismo
tiempo, vemos numerosos ejemplos cuando los opuestos se encuentran. Se
trata de una paradoja: Dos personas diferentes que tienen deseos
egoístas encuentran maneras de tomar ventaja una de la otra; sin embargo
los dos deseos contrarios (egoísta y altruista) no puede unirse porque
se repelen entre sí.
En consecuencia, la creación no tiene
ninguna posibilidad de acercarse al Creador, a menos que ésta modifique
su naturaleza. No hace falta decir que es imposible cambiar el deseo de
recibir per se. Por lo tanto, el Creador hizo la intención mucho más
importante (básica) que el deseo. La intención es algo con lo que
podemos trabajar y con el tiempo ella puede cambiar. La distancia
espiritual entre el Creador y nosotros está delineada exclusivamente por
la intención. La intención cambia la esencia de la conexión entre
nosotros y nos hace, o bien similares o diferentes. El Creador es un deseo de dar; por
consiguiente, uno tiene que “escudarse” del deseo de recibir de uno con
la intención de otorgar. El deseo en sí mismo es sólo un “material”,
mientras que la intención es una herramienta para transformar la esencia
misma de nuestras acciones para otorgar. De esta manera nos acercamos
al Creador. Sin embargo, ¿cómo convergen el Creador y
la creación de si tienen polos similares? Esto contradice las leyes de
la física en este reino. ¿Por qué no pueden las personas que tienen
puntos en el corazón unirse entre sí a pesar de la ley de similitud de
propiedades? ¿De qué depende la convergencia? ¿Hay incertidumbre sobre
nuestras cualidades o depende de la forma en la que las estamos
utilizando? Por ejemplo, dos ladrones pueden
encontrar un terreno en común. Por otra parte, las personas hoy en día
no están dispuestas a unir sus esfuerzos, incluso si su cooperación les
promete beneficios obvios. Ellas prefieren ganar menos de manera
independiente en vez de recibir más en compañía de otra persona. Ahora, se vuelve aún más difícil que
podamos unirnos puesto que nuestro egoísmo continúa creciendo y
rechazamos a los demás mucho más fuertemente. Cada uno de nosotros
prefiere desapegarse y aislarse. Hay una creciente tendencia a trabajar
desde casa; esta les conviene tanto a los empleados como a los
empleadores. No encontramos placer en el trabajo en
equipo; este no es atractivo para nosotros en absoluto. En un momento
dado, las mujeres comenzaron a luchar por salir de sus casas y huir de
sus familias. Ellas querían encontrar trabajo y disfrutar de más
libertad y ahora las personas de ambos sexos desean lo contrario. Sin embargo, no se trata de volver a sus
familias. En la actualidad, muchas personas no tienen familias. No se
trata de volver a la vida familiar, sino que ésta es una continuación de
nuestro camino para alcanzar nuevos niveles de egoísmo, que a su vez
conducen a una separación y soledad mucho mayores. Por un lado,
entendemos que nuestra alienación no es buena para nosotros; por el
contrario, se ha vuelto difícil establecer contacto con alguien. Por lo
tanto, la gente elige rechazar las posibles ventajas de la conexión. Esto significa que nosotros tenemos que
darle encanto a la idea de la unidad. Nuestro trabajo conjunto tiene que
ser agradable, interesante, atractivo, y traernos satisfacción. Tenemos
que trabajar en la creación de estas condiciones, puesto que no
sucederá nada por sí mismo. Al final, ¿a quién le preocuparía trabajar
en una compañía de gente agradable incluso sin ser recompensado? Si
disfrutamos de la compañía de alguien, estaríamos dispuestos a pagar por
ese placer. El problema es que no consideramos que vínculos entre
nosotros sean atractivos. Es muy difícil tratar bien a los demás puesto
nuestro egoísmo es demasiado fuerte y las relaciones amistosas requieren
demasiado esfuerzo y energía. Tenemos que romper muchos muros que nos
separan antes de que los demás puedan creer que no estamos mintiéndoles,
jugando con ellos, o confundiéndolos de alguna manera y que somos
verdaderamente simpáticos. Estamos acostumbrados a la hipocresía;
nuestras relaciones con los demás son demasiado “comerciales” y están
saturadas con desprecio mutuo. En realidad, debemos intentar arduamente
entender a los otros más profundamente. En la espiritualidad, la similitud de
propiedades nos acerca unos a otros y nos permite alcanzar finalmente la
revelación, mientras que en el mundo material, nos sentimos orgullosos
de “consumirnos” unos a otros. En la espiritualidad, la unión está
basada en la similitud de las propiedades, a pesar de que en este reino
material nuestra cercanía está basada en las diferencias. En este plano
material, dos personas se unen sólo si quieren confrontar a un “tercero”
o si esperan obtener ciertos beneficios de su asociación. Hay una ley que dice que sin la
intención de otorgar, los más (+) y los menos (-) se atraen entre sí; la
intención de otorgar revierte la situación y hace que todo esté
condicionado por el grado de similitud.
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