La Luz (representada por el signo más en
la imagen 1) crea un deseo igual (el signo menos). Sin embargo, una vez
que ésta entra en el deseo, ellos se anulan entre sí. El deseo no
percibe a la Luz como placer, dado que son opuestos. Sin embargo, dado que el deseo adquiere
la cualidad de la Luz, éste comienza a transformarse gradualmente en su
opuesto. Él intenta hacer una restricción (Tzimtzum) trabajar
sólo con la Luz Reflejada, en otras palabras, recibir y disfrutar sólo
cuando siente que le otorga a aquel que le da placer. De esta manera,
alcanza la igualdad con el Creador. En otras palabras, la Luz viene a mí con
el deseo de darme placer, pero yo la acepto sólo bajo la condición de
que sentirme equivalente al Creador, como en el ejemplo del Anfitrión y
el invitado. El Anfitrión desea complacer al
invitado, dándole todo lo que hay (flecha marcada “a”, que representa el
placer de viajar y entrar en el deseo). Sin embargo, el invitado sólo
se compromete a aceptar esto bajo la condición de ser iguales (flecha
marcada “b” la intención o Kavaná).
Si la intención de mi acción es
devolverle al Anfitrión lo que recibo, entonces, como invitado, puedo
aceptar el placer. En otras palabras, sólo hago acciones que me acerquen
al Anfitrión, al Creador, que me hagan equivalente a Él. En nuestro mundo, vivimos en la acción
de recibir para nuestro propio bien. Nosotros deseamos recibir tanto
como nos sea posible. Nada más nos interesa. Esta es la razón por la cual alcanzamos
un estado en el que agotamos nuestras posibilidades; es decir, la
correlación entre el signo más (lo que recibimos del Anfitrión) el
signo menos (lo que existe dentro de nosotros) desaparece y nosotros
dejamos de percibir el placer. De esta manera, la naturaleza, el
Creador, nos empuja a comenzar a trabajar en un segundo nivel en un
estado de similitud con el Creador. Leer más. Archivado en: Convenciones, Trabajo de grupo, Oración e intención, Trabajo espiritual. El hecho de trabajar en un segundo nivel nos hace “humanos”, Adam (que viene de la palabra “Domeh”, es decir similares al Creador). Adam es una estructura puramente
espiritual que sólo existe en la intención. Nosotros nos convertimos en
humanos, nos volvemos similares al Creador, debido a la intención de
otorgar. De lo contrario, somos animales que trabajamos sólo con nuestro
egoísmo como todas las otras partes de la creación. Volvernos iguales al Creador significa
alcanzar Su nivel de perfección, el estado de eternidad, inmortalidad,
todo lo que está por encima de nuestro mundo. Sólo existen tres tipos de
materia en nuestro mundo: la inanimada, vegetativa y animada. Aquí, el
hombre también es un animal. Él trabaja para su existencia, vive durante
un cierto período de tiempo y muere. A fin de hacer posible que nos elevemos
al nivel humano, el sistema de interacción de la Luz y el deseo pasa por
un gran número de estados, los cuales denominamos la “creación del
sistema de los mundos”. La Luz desciende del mundo del infinito a
nuestro mundo y pasa a través de una variedad de estados. Nosotros los
estudiamos en la sabiduría de la Cabalá. La Luz y el deseo
(representados por el signo más y el signo menos en la imagen 2)
interactúan como un dipolo. Mientras la Luz influye en el deseo,
ésta le enseña, lo construye y lo cambia gradualmente. Al principio, la
Luz y el deseo están divididos por cinco partes entre ellos, llamadas
cinco Partzufim.
El mundo de Adam Kadmon se divide en Keter, Jojma, Bina, Zeir Anpin y Maljut. Las Luces de Yejida, Jaya, Neshama, Ruaj y Nefesh se corresponden con ellas. Esta es la física exacta de la división entre el deseo y el placer. Entonces sucede algo muy interesante. El
deseo quiere ser igual a la Luz, quiere recibirla plenamente con la
intención de otorgar, y falla. Esto ocurre en el mundo de Nikudim, el cual deja de existir después de la ruptura. ¿Cuál es el significado de la ruptura?
La condición principal de la recepción es el deseo de la criatura de ser
similar al Creador sin volver a sentir vergüenza y recibir placer en
aras de Él (ver imagen 1). Cuando está en el mundo de Nikudim,
la criatura realmente desea recibir en beneficio del Creador. En otras
palabras, el enorme deseo completo que fue creado, quiere recibir
únicamente en aras de otorgar al 100 %. Supongamos que, cuando yo hago una
restricción y no recibo nada, entro en un estado en el que el Anfitrión
depende de mí y yo no dependo de Él. Ustedes quieren invitarme a algo
que me gusta mucho, que deseo apasionadamente y sin lo cual no puedo
vivir en absoluto, pero, si yo soy capaz de hacer una restricción,
entonces me vuelvo independiente. Al parecer, hicieron todo lo que
pudieron para llenarme, pero, dado que siento que dependo de ustedes, yo
rechazo el llenado. No quiero sentir vergüenza. Esto me quema, me
anulo y me hace dependiente de ustedes. Por esta razón yo me niego a recibir los
dulces hasta que el Anfitrión y yo sintamos que hemos cambiado de
roles. El Anfitrión intenta convencerme de que pruebe sus delicias. Él
me dice: “Yo hice esto para ti, sé que te gusta, lo hice con la mejor
intención” y yo le hago un favor al aceptar tomar de Él. En otras
palabras, intercambiamos lugares. En lugar de ser un receptor, yo me
convierto en un dador al hacerle un favor a Él. De esta manera, mi negativa, la
restricción de mi deseo, me permite alcanzar un estado en el que, en vez
de depender del Anfitrión, Él se vuelve dependiente de mí y ya no
importa que Él lo tenga todo, y yo no tenga nada. Él quiere llenarme,
pero yo estoy al mando de Su deseo porque gobierno con mi fuerza de
voluntad y por lo tanto, gobierno sobre el Anfitrión, dado que,
inicialmente, Él quería llenarme y yo no se lo permití. En este caso, el hombre no es un animal,
a diferencia de su estado pasado en el que recibía del más (+) en su
menos (-), toda su vida giraba en torno al hecho de recibir placer
para su propio bien, ahora, él entra en un estado diferente, en un
estado de intención en el que se convierte en el signo más cuando le
otorga al Anfitriona y el Anfitrión es el menos (-) porque Él desea
llenar al huésped. Después de que la Luz y el deseo se
dividen en cinco componentes (cinco platos, por ejemplo), ocurre una
acción simple. El deseo recibe toda la Luz con la intención de otorgar y
ahora hay enormes deseos internos en este deseo que no había sido
considerado antes. Él comienza a sentir en tal medida su deseo de
disfrutar del placer, que ya no le importa si le otorga al Creador. Digamos que yo he apartado una sensación
muy deseada y agradable en varias ocasiones. Sin embargo, tan pronto
como lo recibí, yo experimenté un placer tan grande que ya no soy capaz
de rechazarlo. Me olvido de inmediato de que soy capaz de rehusarme a
él, de rechazarlo. El placer comienza a gobernar sobre mí. Esto es lo
que sucede y es algo que no puede tomarse en consideración antes de
recibir el placer. Este placer adicional aparece en mí cuando yo me
siento igual al Creador. La cosa es que, cuando empiezo a recibir
placer, yo siento un sabor adicional al sabor ya siento con este
sabroso manjar. Yo he creado una intención de complacer al Anfitrión,
este placer adicional se despierta ahora en mí, y no hay nada que pueda
hacer al respecto. Aparece un deseo adicional que el Creador no creó
anteriormente bajo la influencia de la Luz. El deseo inicial simplemente fue creado
bajo la influencia de las delicias que Él me ha ofrecido y ahora, se
despierta en mí un deseo adicional, un gusto adicional de ser como Él,
pero yo no lo tuve en cuenta de antemano. Ahora, descubro que no soy capaz de
aceptar las delicias del Anfitrión en beneficio de Él. Toda mi
intención, todos mis planes de volverme independiente, de volverme como
el Anfitrión han desaparecido, y no puedo realizarlos. Este estado es
llamado el mundo de Nikudim. ¿Por qué es que el mundo de Nikudim no existe? Es porque nuestro Kli, vasija, la pantalla creada, la intención de otorgar al Anfitrión, se rompen y se mezclan con la Luz (ver imagen 2). Antes, nosotros no teníamos la intención, pero ahora ha sido activada entre el deseo y la Luz. De este momento en adelante, los tres
componentes, el deseo, la intención y la Luz (placer), existen en la
naturaleza, totalmente dependientes unos de otros. Ellos han sido
mezclados, llevan la información acerca de su interdependencia. El siguiente mundo aparece después de la ruptura: el mundo de Atzilut,
el mundo de la corrección. Todos los deseos que pueden corresponderse
con la intención y así como con la Luz, son corregidos en él. Los deseos no corregidos restantes se dividen en tres partes: los mundos de Beria, Yetzira y Assiya. Estos deseos sólo pueden corregirse por medio de una estructura especial llamada “el hombre” en nuestro mundo. Esta es una estructura muy complicada
que contiene una multitud de posibles dependencias. Está creada con un
único propósito: permitir que nos corrijamos a nosotros mismos y
volvernos como el Creador. Sin embargo, la parte más interesante es
que este sistema está compuesto por una multitud de pequeños deseos,
cada uno de los cuales contiene dos partes.
Además, la primera parte de mi deseo
está en contacto con una parte de un deseo adyacente, mi otra parte
está en contacto con una parte de otro deseo adyacente y de esta
manera, llegamos incluirnos mutuamente unos en otros. A pesar de que cada uno de nosotros representa un deseo independiente, ambas partes dependen de alguien cercano. De esta manera, yo dependo de aquellos
que son cercanos a mí, y es lo mismo con todos los demás. Es como si nos
incorporáramos unos en otros. ¡Esta es una cosa muy importante!. También puede verse en la forma de pasos, donde cada paso está compuesto de dos mitades de pasos adyacentes. Hay un escalón más arriba que siempre
está dentro de mí y yo recibo la Luz que me entra de éste y por eso mi
parte superior depende de ello. Mi parte inferior está dentro de la siguiente etapa, y por eso también dependo de ella. Por lo tanto, resulta que, a pesar de
que estoy en el medio, yo no dependo de mí mismo. Dependo del superior
que está dentro de mí y dependo del inferior, que me tiene en su
interior.
Por mí mismo, no soy nada. De esta
manera, cada uno de nosotros depende de aquellos que, jerárquicamente,
están por encima y por debajo de él. Sin embargo, hay una parte especial
en esta estructura: nuestra parte media. Es muy especial y es llamada
“el tercio medio de Tifferet“, la Sefirá Tifferet. Esta es nuestro libre albedrío. La cosa es que, al estar en un sistema
absolutamente completo y cerrado, que contiene a los niveles, inanimado,
vegetativo, animado y al hombre, no tenemos libertad a la hora de
nuestra elección. Todo en este sistema ya está establecido, ha sido
dictado, decidido y nada en él depende de nosotros. Todos nuestros
pensamientos, deseos, todo lo que nos sucede, ha sido determinado de
antemano: dónde naceremos, quiénes seremos, con quiénes nos
relacionaremos, cuándo viviremos y moriremos. Todo está
predeterminado, excepto una cosa: la posibilidad de utilizar el tercio
medio de Tifferet para controlar la conexión entre el los escalones superiores e inferiores en relación a mí. Esta parte de la Sefirá Tifferet no depende del peldaño superior, ni del inferior. En otras palabras, si yo tuviera que separarme en diez Sefirot, en diez partes, podría resultar que tengo una parte media, neutral y que yo puedo controlar esta parte neutral. Básicamente, si queremos tener el
control de nosotros mismos, entonces todo nuestro futuro depende de
nuestra capacidad de controlar esta parte neutral. La acción de control es mi deseo de tener el tipo de conexión con los Partzufim
superior e inferior, que me permitirán construir con ellos un todo
único. Yo mismo deseo neutralizarme en relación a ellos, hacer todo por
su bien. De esta manera, los conecto a través de mí. Si actuamos de esta manera, nosotros nos
volveremos completamente iguales a la Luz. Ésta nos llenará y circulará
a través de nosotros sin ninguna interferencia por parte nuestra. De
esto se trata todo nuestro. Es muy fácil de realizar. El desarrollo
gradual de la humanidad nos lleva a la pregunta sobre el significado de
la gobernabilidad, al significado de la vida, al significado de nuestro
estado. El mundo comienza a entender que está llegando a un callejón sin
salida, entonces se revela la Cabalá: una ciencia para voltear el
desarrollo de ustedes hacia la dirección correcta, deseable, que nos
explica cómo participar en él, evitar el sufrimiento y cómo podemos
alcanzar el estado más elevado, por encima de la muerte, por encima de
nuestra inferioridad, por encima de nuestras sensaciones actuales. La Cabalá se revela cuando nosotros
empezamos a preguntarnos acerca de esto. Esta explica que sólo hay una
manera de salir del callejón sin salida, de neutralizarnos a nosotros
mismos, de existir en beneficio de la conexión con los demás elementos.
Sólo entonces empezamos a tener la gobernabilidad como el huésped y el
Anfitrión. En general, el huésped depende totalmente del Anfitrión, pero
cuando él le dice al Anfitrión que no desea recibir de Él, es decir,
que no desea utilizar en forma natural su deseo, se convierte en el
gobernante y no en el gobernado. Entonces, ¿qué podemos gobernar? Lo
único que tenemos es nuestro amor, nuestro odio, la atracción, el
rechazo, el más (+) y el menos (-). Todos los elementos de la naturaleza
existen en un estado de interacción y armonía adecuado, porque estos no
tienen libertad de elección. Sin embargo, puesto que el hombre es la
última etapa de desarrollo egoísta de toda la materia, él tiene esta
libertad de elección específicamente en la parte media, en el tercio
medio de Tifferet. Por eso el hombre siente vergüenza ante el
Anfitrión o ante los demás. Esta sensación de vergüenza, de rechazo o de
atracción, le da la oportunidad de elevarse por encima de sus deseos.
De esta manera, se convierte en el gobernante y no en el gobernado. Esta
es la esencia de toda la sabiduría de la Cabalá. Así que, cuando empezamos a conectarnos, al comienzo aparece entre nosotros el rechazo absoluto, infinito. De acuerdo a nuestra naturaleza, no hay manera de que podamos incluirnos unos en otros. Todos somos egoístas absolutos. Si yo realizo la primera restricción, TA (Tzimtzum Alef), es decir, si no quiero usar mis deseos egoísta, entonces de esta manera, yo me hago neutral en relación al otro.
Esto ocurre después de empezar a actuar
como invitado en relación al Anfitrión, en beneficio del otro mediante
la incorporación de sus deseos en mí. Al mismo tiempo, es como si yo
estuviera por encima de Él. Soy como el Creador para Él, porque deseo
otorgarle, llenarlo a Él. De esta manera, yo me vuelvo similar al
Creador hasta cierto punto. Cuando actúo de esta manera, la Luz Superior
se apodera de mí, aparece una conexión especial el Creador, la Luz y
yo. Ésta comienza a circular en nosotros. Esto sucede después de que nosotros
realizamos la primera restricción y esto es suficiente para elevarnos
por encima de nuestro nivel egoísta corporal. La característica de la siguiente etapa
es que yo incluyo dentro de mí los deseos del otro. Se forma en mí un
doble deseo y es como si estuviera “embarazado”, el embrión y yo, el
objeto de amor por el bien de quien yo actúo, ambos existimos dentro de
mí. Empiezo a entenderlo y a sentirlo a él. Éste se convierte en parte
de mí. De esta manera, ahora tengo dos deseos, el mío y el suyo. Empiezo a recibir la Luz adicional del Creador, porque me he vuelto dos veces más grande. En realidad, me he vuelto de dos veces más grande porque quiero otorgar y desarrollar un enorme deseo, una fuerza adicional. Ahora, está formándose en mí una intención de otorgarle a mi compañero, a mi amigo. Ya tengo una pantalla, y empiezo a
trabajar para ésta como si estuviera trabajando para otorgar. De esta
manera, la enorme Luz Superior no sólo llega a mí. Ésta comienza a
circular entre ella y yo. Esta Luz nunca se desvanece, porque está
en constante circulación entre nosotros. Esta sensación de la Luz
dentro de nosotros es llamada la sensación de la existencia eterna. Por lo general, cuando no hay intención
de otorgar, cuando la Luz entra en el deseo, ésta lo apaga. Ocurre lo
mismo con cualquiera de nuestros deseos: yo como y bebo, cuando mi
placer llega a un cierto grado de satisfacción, éste desaparece. Esto
se aplica a todos los placeres corporales (comida, sexo, familia,
cualquier interacción agradable), porque el placer entra directamente en
el deseo, ellos se anulan entre sí, según la medida de oposición que
haya entre ellos. El placer llena el deseo. El deseo disminuye y
desaparece por completo. ¿Cómo puedo hacer para que el placer sea constante? La sensación de placer es llamada la percepción de la vida. Es la Luz. Sin la Luz reflejada, nosotros
alcanzamos el estado de vacío. El placer entra en el deseo. Ellos se
anulan entre sí y al final ustedes obtienen un cero. Sin embargo, cuando actuamos de acuerdo al principio de otorgamiento, yo termino en el medio entre el Partzuf superior
(aquel que está por encima de mi) el inferior (aquel que está por
debajo de mi), a su vez, él está entre aquel que está por debajo y yo
(yo estoy por encima de él), así sucesivamente. Todos estamos
interconectados a través de una cadena. De esta manera, cada uno de
nosotros le da al que está por debajo, él le da a uno que está por
debajo de sí, así sucesivamente y nadie pierde nada, más bien todos
ganan. Esto se debe a que una parte del
superior, una parte del inferior existen en mí y yo empiezo a sentir
que soy infinito, puesto que todo lo que existe por encima de mí (la
parte superior – 1) todo lo que existe por debajo de mí (la parte
inferior – 2) ambos están incluidas en mí.
Al final, el universo entero se conecta
dentro de mí a través de todos estos elementos y yo me siento como si
estuviera usando completamente todo el universo, el mundo del Infinito.
Esto es lo que tenemos cuando estamos conectados correctamente entre
nosotros. Esta es la revelación del alma. Cuando nosotros estamos en un estado de
otorgamiento mutuo, entonces, mientras nos acercamos gradualmente unos a
otros, empezamos a alcanzar lo que llamamos los mundos superiores. Yo empiezo a acercarme a mi amigo a partir del mundo de Assiya, Beria, Atzilut, Adam Kadmon y una vez que esté completamente cerca de él, entro en el estado llamado el mundo del infinito. Todos los mundos son definidos como la
superación de nuestro deseo egoísta, la distancia entre nosotros,
convirtiendo el odio en amor, un menos (-) en un más (+).
Así, cuando yo supero mis enormes menos
(-) egoístas actuales, estos se convierten en la materia en la que
percibo el mundo de infinito, la eternidad, la perfección. Este es
nuestro trabajo real. Cuando nos reunimos e interactuamos adecuadamente con los demás, entonces deseamos crear un grupo. Un grupo es algo que no existe en ninguno de los dos. Es el estado que deseamos alcanzar. Cuando nos separamos de nosotros mismos,
hacemos una restricción en nosotros pen aras del grupo, no por nuestro
propio bien, alcanzamos una suma de deseos, una suma de intenciones,
una suma de aspiraciones y lo hacemos por el bien del estado llamado el
“grupo” no de un individuo. Por lo tanto, el grupo es el sistema de
nuestra conexión en la intención y no el deseo.
Todos los deseos que nosotros restringimos se convierten en desperdicio y sólo nuestras intenciones permanecen en el grupo. De esta manera nos levantamos al
siguiente peldaño en el que ya no existimos en los deseos creados por la
Luz, sino sólo en las intenciones. Este estado de “vivir en las intenciones en vez de hacerlo en los deseos” es el estado de existencia en el mundo superior. En realidad, en nuestro mundo, nosotros
también juzgamos a la persona de acuerdo a la forma en que trata a los
demás. Esta es la intención. Sin embargo, cuando queremos superar
nuestra vida corporal actual, primero debemos hacer una restricción
sobre nosotros, lo cual significa dejar de usar nuestro deseo de la
forma en que fue creado al principio y comenzar a usar sólo el esfuerzo
hacia el centro del grupo. Es por eso que toda la sabiduría se
reduce a enseñar el camino correcto para juntarnos, separarnos de
nuestro egoísmo y sólo dirigir nuestras intenciones hacia adelante. El propósito de nuestro trabajo es
conectar nuestras intenciones. El mundo superior, el siguiente peldaño
evolutivo de la humanidad, consta de ellos. Los deseos y los placeres no
son la materia del mundo superior. Las intenciones sí lo son.
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