Fragmentos de mi próximo libro, Una guía para el Libro de Zohar
A fin de entender lo que está descrito aquí vamos a echarle un vistazo al siguiente ejemplo: supongamos que estoy de visita en la casa de una persona muy distinguida. El hospitalario anfitrión me ofrece los más delicados manjares, me invita a jugar una partida de golf y a escuchar algo de música clásica. Sin embargo, soy un hombre sencillo y no tengo ningún interés en hacer cualquiera de esas actividades ya que no tengo interés en ninguno de esos placeres. Nunca los he experimentado en mi vida, y por esa razón no lo deseo.
Miro al anfitrión con sorpresa y le digo, “¿Qué quiere usted de mí? Yo no he venido aquí a disfrutar de las cosas que a usted le gustan. ¡Yo quiero disfrutar de las cosas que a mí me gustan!” El anfitrión me responde, “Mi querido amigo, yo deseo otorgarle a usted esos exquisitos placeres. Usted no puede imaginar lo increíbles que son. Trate de acostumbrarse a ellos un poco y verá como se le revelarán placeres infinitos, tan altos que serán incomparables a las cosas a las que usted está acostumbrado”.
Entonces ¿Qué puedo hacer? Puedo confiar en el anfitrión y dejarlo que me enseñe nuevos gustos a pesar de que no estoy acostumbrado a ellos y, por lo tanto, no muy propenso a ellos. Poco a poco, sin embargo, aprenderé a sentir un sabor especial, celestial en ellos. O puedo decirle al hospitalario anfitrión, “¿Sabes qué? Es difícil para mí acostumbrarme a estos nuevos gustos y a tan difíciles condiciones y olvidar todos los hábitos de mi pasado. No puedo hacerlo. Déjame en paz y permítanme retomar mi vida simple”. ¿Qué me dirá el anfitrión entonces? “Por supuesto, anda vete”.
Sin embargo, cuando vuelvo a mi vida regular, empiezo a experimentar estados desagradables, cuando recuerdo las palabras del anfitrión describiendo otros gustos más refinados, entonces vuelvo a su casa. Este proceso puede repetirse varias veces al volver a mi vida pasada y volver a casa del anfitrión.
En última instancia, comprendo que no hay otra forma: Yo simplemente debo regresar a casa del anfitrión para que él me ayude a reemplazar mis gustos por los suyos y todo para bien. Saborearé el gusto por la vida en ellos.
A fin de entender lo que está descrito aquí vamos a echarle un vistazo al siguiente ejemplo: supongamos que estoy de visita en la casa de una persona muy distinguida. El hospitalario anfitrión me ofrece los más delicados manjares, me invita a jugar una partida de golf y a escuchar algo de música clásica. Sin embargo, soy un hombre sencillo y no tengo ningún interés en hacer cualquiera de esas actividades ya que no tengo interés en ninguno de esos placeres. Nunca los he experimentado en mi vida, y por esa razón no lo deseo.
Miro al anfitrión con sorpresa y le digo, “¿Qué quiere usted de mí? Yo no he venido aquí a disfrutar de las cosas que a usted le gustan. ¡Yo quiero disfrutar de las cosas que a mí me gustan!” El anfitrión me responde, “Mi querido amigo, yo deseo otorgarle a usted esos exquisitos placeres. Usted no puede imaginar lo increíbles que son. Trate de acostumbrarse a ellos un poco y verá como se le revelarán placeres infinitos, tan altos que serán incomparables a las cosas a las que usted está acostumbrado”.
Entonces ¿Qué puedo hacer? Puedo confiar en el anfitrión y dejarlo que me enseñe nuevos gustos a pesar de que no estoy acostumbrado a ellos y, por lo tanto, no muy propenso a ellos. Poco a poco, sin embargo, aprenderé a sentir un sabor especial, celestial en ellos. O puedo decirle al hospitalario anfitrión, “¿Sabes qué? Es difícil para mí acostumbrarme a estos nuevos gustos y a tan difíciles condiciones y olvidar todos los hábitos de mi pasado. No puedo hacerlo. Déjame en paz y permítanme retomar mi vida simple”. ¿Qué me dirá el anfitrión entonces? “Por supuesto, anda vete”.
Sin embargo, cuando vuelvo a mi vida regular, empiezo a experimentar estados desagradables, cuando recuerdo las palabras del anfitrión describiendo otros gustos más refinados, entonces vuelvo a su casa. Este proceso puede repetirse varias veces al volver a mi vida pasada y volver a casa del anfitrión.
En última instancia, comprendo que no hay otra forma: Yo simplemente debo regresar a casa del anfitrión para que él me ayude a reemplazar mis gustos por los suyos y todo para bien. Saborearé el gusto por la vida en ellos.
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