Opinión de John Kornblum, Consejero Principal, Noerr Stiefenhofer Lutz, Berlín y ex embajador de EE.UU. en la República Federal de Alemania; Para los padres del euro, el final de la Guerra Fría en 1990 fue una época de preocupación, así como de celebración. Mientras miraban hacia el futuro, estaban obsesionados también con el sangriento pasado del continente. ¿Podrían una nueva Europa y especialmente una Alemania reunificada, reavivar los viejos sentimientos nacionalistas y llevar de nuevo al peligro de una guerra? El alemán Helmut Kohl, el francés François Mitterrand, y casi todos los líderes europeos de entonces, vieron la moneda común esencialmente como un proyecto político destinado a consolidar la unidad europea y a eliminar ese peligro. Para ellos, un mundo sin el euro hubiera sido un mundo cada vez más amenazado por el conflicto y tal vez incluso por la guerra. Debido a estos temores, el proyecto del euro fue acometido de manera precipitada sin un acuerdo clave de las instituciones políticas comunes que podrían haber convertido a Europa en una zona económica verdaderamente unificada. Como resultado, cada país sigue su propia política económica, Grecia gasta, mientras que Alemania ahorra. Y los mercados han ido centrándose rápidamente en los eslabones más débiles, amenazando al euro en su totalidad por medio de países tales como Grecia y Portugal que lo llevan cerca de la quiebra. En vez de actuar con decisión, los gobiernos europeos se sienten limitados por su compromiso con Europa, para dar pequeños pasos que no pongan en peligro el equilibrio dentro de la UE. Este temor abrumador de conflicto interno, es el verdadero legado de la II Guerra Mundial, que ha agobiado a la Unión Europea desde su nacimiento en 1957. Los políticos europeos pueden no ser expertos en finanzas, pero conocen a sus votantes. No hacer nada es mejor que arriesgar la estabilidad duramente ganada. Porque al final, tales decisiones todavía son acerca de la guerra.
Mi comentario: En cualquier caso, hasta que las personas no tomen conciencia de su mutua dependencia total, el miedo a la guerra no desaparecerá de sus conciencias. Sólo la garantía mutua salvará al mundo del temor a la guerra y nos elevará a la sensación de eternidad.
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