Cuando un adulto entre en un sistema de crianza, lo primero que a él o a ella le preocupa son las preguntas sobre la ética: ¿que está bien y qué está mal? Al mismo tiempo sabemos que la ética bloquea el desarrollo de la persona.
Michael Laitman: Nos oponemos categóricamente a la ética. El problema es que la ética supone una enorme cantidad de diversas condiciones que la persona tiene para memorizar y absorber de allí crear su “Yo” interior, impuesto a él a través de todos las limitaciones éticas posibles, convirtiéndolo en una persona de “mente estrecha”, limitada y “empaquetada” y que aparentemente interactúa con quienes le rodean de forma correcta y precisa. Naturalmente, en este proceso ella construye su propia imagen, una “maleta” negra de acero llena de cosas. Estamos absolutamente en contra de esto. Esto no es libertad. La persona no puede vivir así por mucho tiempo y si puede, entonces pierde toda sensibilidad a la percepción, a la sensación, a la amabilidad y comprensión mutua. La persona éticamente correcta podría decidir que alguien debe ser asesinado y fácilmente podría asesinarlo porque eso se correspondería con las normas aceptadas en su entorno, las cuales ella domina bien. En esencia eso es fascismo, nazismo, todas las formas posibles del mayor extremismo y así sucesivamente. Estas formas son lo opuesto a la anarquía. Aquí ofrecemos una línea media, un estado intermedio entre las dos. Es decir, ¿Debe la persona entender la necesidad de cada uno de sus puntos de vista éticos: corresponden estos a la naturaleza, son aceptables en la sociedad actual y en las interacciones con quienes la rodean? Debemos organizarla para que el beneficio de la sociedad se coloque siempre por encima del individuo y además, toda la sociedad se mueva hacia una integración cada vez mayor, ya que esto es lo que exige la naturaleza. Así que, sin duda alguna, es necesario un marco ético, pero uno que esté continuamente en desarrollo y que sea flexible, que exista bajo el autocontrol y el control de la sociedad, sin ninguna de las llamadas “vacas sagradas”. Por lo tanto, esa no es la ética ofrecida por los partidarios de la “Formación prusiana”: “lo que les inculcaremos permanecerá con ustedes para toda la vida”.
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