Recientemente he asistido a una reunión de representantes de las creencias orientales. Todos ellos eran muy agradables y cuidadosos hacia los demás. ¿Qué cosa en su comportamiento difiere de la educación mundial integral de la que nosotros estamos hablando?
Rav: En primer lugar, su comportamiento no es impulsado por la necesidad de la naturaleza. Yo soy un egoísta. Yo soy completamente indiferente a todos los métodos, entre ellos el mío (si se le puede llamar mío). Yo simplemente contemplo al mundo, su movimiento y evolución, al igual que un técnico y entiendo que no hay nada que se pueda hacer. Yo no soy defensor de una idea específica. No estoy tratando de inventar algo ficticio, algún nuevo y hermoso reino. Comprendo que nosotros estamos aquí en el camino del desarrollo necesario y es por eso que este camino es el mejor para nosotros y nos conduce hacia la meta correcta. Este es el primer punto. En segundo lugar, no tengo ideas idealistas. Yo aplico el egoísmo a nuestro desarrollo sin suprimirlo ni disminuirlo, o esconderlo. Este no va a ninguna parte; por el contrario, sigue desarrollándose aún más. De hecho, ahora estamos clausurando el egoísmo entre nosotros, no se desarrollará. Nosotros no sentimos lo mucho que realmente nos odiamos mutuamente, cuán opuestos estamos entre nosotros, cómo cada uno de nosotros quiere realmente destruir a todos y permanecer completamente solo, o simplemente dejar a los demás como los humildes ejecutantes de todos sus deseos. El método de educación y formación integral involucra el uso de todos los recursos, internos y externos, naturales y humanos. No se encuentra, de ninguna manera basado en la supresión de cualquier cosa, y es por ello que funciona para toda la humanidad. Todos los otros métodos se basan en la eliminación del egoísmo, la ausencia de su uso. Sin embargo, este siempre salta a la vista y se muestra porque siempre sigue desarrollándose en nosotros, cada segundo, de una generación a otra y no hay nada que podamos hacer al respecto. Además, todos estos métodos están destinados a un número muy limitado de personas. Según los estudios, entre seis y diez por ciento de las personas en el mundo tienen inclinaciones naturales altruistas: dan, viven en armonía, pintan flores, etc. Estamos familiarizados con este fenómeno. Pero este destino sólo le pertenece a muy pocas personas y otras no las pueden entender en absoluto: “Bueno, siga visitando hospitales, manténganse en la ayuda a los enfermos y los ancianos. No estás haciendo daño a nadie, es genial lo que haces, tú eres una buena persona. Pero no nos arrastres hacia eso.” Pero aquí es un negocio totalmente distinto: La naturaleza obliga específicamente a los egoístas a convertirse en altruistas con la ayuda de ese mismo egoísmo. En otras palabras, nosotros le damos a este egoísmo toda nuestra naturaleza, todas nuestras propiedades la realización máxima.
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