Existimos en una realidad unificada, en el mundo del infinito, pero de este
percibimos sólo la parte de la que somos capaces de darnos cuenta, de esa forma,
en ese fragmento, el cual es creado mediante nuestras cualidades a partir de
todo el mundo de infinito. Sin embargo, en cualquier caso, siempre
estamos conectados al mundo de infinito. Recibimos la fuerza de ahí y todos los
cambios que suceden dentro de nosotros suceden por medio de la conexión con
ello. Así es como aprendemos que cualquier cambio
sucede mediante la elevación del MAN (plegaria) por nosotros a través
de todos los mundos del mundo de infinito y este desciende desde ahí hasta
nosotros en la forma de MAD. Además, cada cambio da a luz a un nuevo
Partzuf, un estado, una conexión entre ellos a través del mundo del
infinito también, siguiendo la regla “Maljut del superior se convierte
en Keter del inferior.” Esto sólo es posible bajo la condición de que
Maljut obtenga las cualidades del mundo de Infinito y de esta manera se
convierte en la cualidad de Keter. Un salto así en el cambio de
cualidades en la materia de nuestro mundo es llamado un salto cuántico:
porciones precisas, estrictamente discretas. Así es como un electrón, girando
alrededor del núcleo del átomo cambia de órbita con un salto, transformándose de
un estado estacionario a otro. En este caso, cambia su órbita de forma
instantánea, desaparece de la antigua órbita y al mismo tiempo aparece en una
órbita nueva, en la cual continúa su movimiento, como si no hubiera pasado por
su transformación, el salto. Los físicos no detectan ni la
trayectoria ni la duración de la transformación de una órbita a otra, esto
sucede de forma instantánea. Esto es porque esta acción está elevando su fuerza
hasta el mundo de infinito, por encima de la materia, el tiempo, el espacio y
el movimiento, que no existe ahí. Es por eso que no podemos detectar lo que
sucede en un salto. Es decir que durante el tiempo de la transformación, que
para nosotros es un espacio (un vacío cuántico) sucede una conexión entre los
mundos, nuestro mundo y el mundo superior. Aparte de esto, toda la materia existe sólo
debido a saltos cuánticos similares, recibiendo la energía de la Luz superior
(otorgamiento) del mundo del infinito en ellos. E incluso una persona regular en cada momento de
su existencia decae de la realidad de nuestro mundo para cambiar su estado por
uno nuevo, se conecta al mundo del infinito y regresa otra vez, pero ya a un
nuevo estado en nuestra realidad, aun cuando nos parece que el flujo de la
realidad es continuo. Con esas conexiones continuas al mundo de infinito los
cambios suceden y fluyen en toda la naturaleza en todos sus niveles, de nuestro
mundo al interior de todos los cinco mundos. La elevación al mundo del infinito y el regreso
son necesarios para el cambio de Reshimot, los datos, que definen
nuestros estados específicos. Sin embargo, esos estados específicos, en su
turno, deben continuar cambiando continuamente, alimentándose del mundo de
infinito y de esta manera, realizar cada una de las Reshimot renovadas
hasta su completa realización, la completa corrección de toda la naturaleza.
Esto sucede cuando todas las realidades se
fusionan en una, la completa revelación de la Luz, esa fuerza de la cual todas
las partes del universo reciben siempre Reshimot renovadas mediante
impulsos cuánticos, nueva energía y cualidades. Y no es importante cómo le
llamamos a esos cambios en la materia: el intervalo entre las imágenes del
mundo, un salto cuántico (una discontinuidad), una ausencia de realidad, el
cambio de Reshimot, un mínimo cambio de estado. Nuestro futuro está en dominar esos
estados atemporales en conexión con la Luz, con la cualidad de otorgamiento, por
encima del egoísmo: Aquí está la vida por encima de la muerte. Está en la
ausencia de tiempo en un salto cuántico y es nuestra inmortalidad.
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