- El territorio indivisible donde el amor reina entre nosotros.
- El territorio común donde estamos de acuerdo y llevamos a cabo el análisis. Este es un lugar de libre elección que también podemos llenar con amor.
- El territorio individual de cada uno donde el otro nunca entra. Aquí, la persona busca cosas desde su propio punto de vista, prefiere algo, no acepta algo, incluso si es en contraste con el otro y piensa acerca de algo privado. Después de todo, todos somos personas, sistemas complejos.
Esos territorios, en su turno, están subdivididos en partes más pequeñas, pero nosotros nos limitamos a la división general. El punto es que no podemos arreglárnosla
sin un amor primario, básico. Es como los matrimonios de la realeza
donde ellos ni siquiera se conocen antes ni tienen un punto de contacto
común, un punto de amor. Sin embargo, las personas jóvenes de hoy como
regla se casan con base en cierta atracción del uno hacia el otro,
movidos al menos por una chispa que sucede entre ellos.
Pregunta:
¿Cómo pueden las parejas construir su relación correctamente con el fin
de avivar esta chispa, según la medida de su territorio común?
Dr: Laitman
Antes que nada, apelamos a la mente, no a las sensaciones. Una
sensación cálida que alguna vez pasó ya ha desaparecido y el recuerdo
de ella es deformado por las fases subsecuentes. Las personas ni
siquiera se dan cuenta que esto es algo natural, hormonal, material y
más aún, que está sujeto a los hábitos y a varias normas, tan artificial
como cambiantes. Por ejemplo, si yo he crecido acostumbrado a la
cercanía de mi familia, entonces mi sensación es más estable y si mi
pareja se corresponde con mi naturaleza física, él o ella tienen un
gran impacto en el nivel subconsciente.
En pocas palabras, un deslumbramiento de
la sensación familiar apareció espontáneamente, sin el pensamiento y
ahora queremos involucrar la mente para analizar esta explosión. Sólo la
mente nos ayudará a rescatar esto del pasado en el que solíamos caminar
de la mano y vivir en armonía, incapaces de separarnos y éramos tan
apasionados que lucíamos como un par de idiotas, con una sonrisa
perpetua en los labios. Nosotros queremos recrear esta situación para
que endulce nuestra vida, le dé sabor, significado y de esta manera,
seremos capaces de irradiar calidez, compromiso a nuestros hijos y
seres queridos. Ni siquiera menciono que de acuerdo a numerosos estudios
esa armonía en la familia refuerza la salud y promueve la longevidad. Es por esto que necesitamos apelar a la mente. Antes que nada, estamos de acuerdo el
uno con el otro en el punto hasta el cual puede demandar mi pareja de mí
y yo de ella. Cada uno rechaza cierta parte de su comodidad, en otras
palabras, su egoísmo; apoya y alienta a la pareja en la rutina diaria,
en los negocios y las discusiones. Demostramos este enfoque el uno
hacia el otro en la forma de un buen ejemplo. Segundo, cada uno de nosotros se dirige y
se relaciona con el otro como hacia la persona más importante, más
lista, a una persona única del mundo. No nos da vergüenza exagerar, no
evitamos las palabras grandilocuentes y los cumplidos. Por el contrario,
las buscamos. Hago una lista, por ejemplo, de veinte líneas, aun cuando
no es tan fácil y la uso tan a menudo como sea posible. El hábito se
vuelve una segunda naturaleza. Realmente comenzaré a ver en mi “mitad”
lo que yo le estoy asignando. Nadie exige de mí sentimientos sinceros
al comienzo. Imagino una reina de belleza a mi estilo: Una hermosa,
altamente sensible, una maravillosa anfitriona, una madre perfecta,
atractiva, sexy, etc. Me relaciono con mi esposa como si cumpliera con
todos esos parámetros hasta que realmente reconozco todas esas
cualidades en ella. En esencia, usamos el mismo principio en el grupo para el trabajo con los amigos, elevándolos ante nuestros ojos. Entonces, mentalmente yo trazo una
imagen de la mejor esposa del mundo, la imagen que abarca todos los
aspectos de la vida, todas las situaciones. Sin embargo, no está
limitada a las fantasías. Trabajo en mí mismo para
tratar realmente a mi esposa como si ella fuera esta imagen.
Literalmente me “programo” a mí mismo y programo nuestra relación.
Pregunta: ¿Entonces, tengo que ignorar la realidad?
Dr: Laitman
No existe una realidad objetiva. Yo siempre veo las cosas que trazo en
el “lienzo” de mi consciencia. En realidad, no estoy consciente de mi
pareja, aun cuando vivamos juntos. Estoy tan acostumbrado a ella que,
sólo ocasionalmente, me enfoco en los bordes más prominentes detrás de
la apariencia externa. En adición, por naturaleza, los hombres
somos más superficiales, mientras que las mujeres observan más
profundamente y en este sentido es más fácil para ellas superar los
obstáculos externos. De cualquier manera, después de trazar
un ideal para mí mismo, yo “invisto” con éste a mi pareja. De ahora en
adelante, para mí, ella es exactamente así y el punto no está en la
apariencia. Internamente le imparto perfección a todas sus cualidades.
Dejemos que esto sea egoísta. “Esta es mi esposa, y, por lo tanto, es la
mejor posible”. Por supuesto, esto requiere esfuerzo. Yo
genero esta actitud como si viera un ideal trazado ante mí. Todas las
virtudes del mundo se concentran en este. Mentalmente la pongo en un
pedestal, en el trono de la reina y no la hago descender de esta
altura, sin importar lo que suceda. Todo en ella es perfección y si no
me gusta algo, es porque el egoísmo cubre mis ojos. Repito, lo principal está en esta imagen
y no en los detalles externos, sino en el respeto, la reverencia, en la
que estoy imbuido, en el valor que el ideal adquiere ante mis ojos,
Precisamente este valor, esta actitud, se la transfiero a mi pareja.
Nada le impide a mi imaginación dirigirse en la dirección correcta y ser
programada con una cierta visión. Estamos involucrados con una pareja en
este trabajo de forma mutua, deliberada y consciente. Nosotros lo
discutimos. Nos damos ejemplo en cada situación, nos aceptamos el uno al
otro como perfectos. En realidad, nuestros ojos ven una imagen
diferente aun cuando más tarde esto cambie. Sin embargo, cambiamos hacia
una nueva relación que por el momento es planeada, pero seria. Por ejemplo, la casa es un desorden que
yo no puedo soportar y al mismo tiempo, me comporto con mi esposa como
si hubiera puesto todo en su lugar. Acepto el orden de la manera en que
ella lo ve. Ni siquiera busco excusas. Inicialmente quiero llevarme yo
mismo a ver todo en ella y todo lo que depende de ella como perfecto. Estas son nuestras concesiones
conscientes, mutuas, el rechazo de la actitud egoísta. Trabajando de
esta manera, en una semana, de pronto me daré cuenta de que todo ha
cambiado. Resulta que realmente la veo como carente de defectos en todo
y así me ve ella. El amor florece en nuestro territorio común. En una palabra, “sin dolor, no hay
ganancia”. El amor viene cuando yo le muestro a mi pareja un ejemplo de
que lo o la acepto, que le agradezco mucho a él o ella, a pesar de todo
lo negativo que veo en él o ella. Demuestro amor, el mismo amor que
siento por mi propio bebé el cual es siempre irresistible ante mis ojos,
sin importar como sea. Al final, un cuento de hadas se volverá
realidad, el amor que brotó y se volvió más fuerte entre nosotros, no
requerirá de trucos. Cualquier problema nos proporcionará nuevas
oportunidades para los compromisos, concesiones, e incluso para más
amor. Es por eso que se dice que el amor cubre
todas las transgresiones. Puede crecer sólo con ayuda de ellas. Si no
fuera por ellas, ni siquiera miraría a mi esposa. De esta manera,
cualquier mirada revela algo malo para mí. Esta es la naturaleza humana. Aquí es donde comienza el trabajo en el
que debemos aprender a observar la vida de forma objetiva, sin
dependencia de nuestros propios deseos, fantasías y pasiones. Nosotros
mismos estamos construyendo el mundo,
no con aspiraciones, sino que mediante nuestra actitud conjunta
rescatamos del olvido al deseo, hasta que éste remplaza la realidad
previa.
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