Funcionamos de una forma binaria, discreta, mediante impulsos individuales: si o no, conexión o desconexión, ascenso o descenso, derecha o izquierda. De esta manera, poco a poco, añadimos un paso tras otro y todo esto al final forma un todo integral. Cuando es necesario calcular el área de cierto perímetro complejo, los científicos usan una ecuación integral: llenan este perímetro complejo con cuadrados que pueden ser medidos y los hacen cada vez más pequeños y al final, los suman.
Por una parte, la red conectora que funciona entre las almas y en la cual residimos es discreta, con impulsos y acciones individuales. Pero al final, como resultado de nuestro alcance, cuando penetramos en ésta cada vez más profundamente, se transforma en una red integral. La “forma integral”, la suma de esas formas discretas es el Creador, uno, como está escrito: “Él y Su nombre son uno“. Nos aproximamos a esta forma de manera discreta: pero al acumular un poco más cada vez, al añadir nuestros pequeños “ladrillos”, nos conectamos con el Uno. Nosotros mismos, no podemos llegar a este Uno. Hacemos todo lo que podemos en nuestro grado actual, acumulamos la suma necesaria de esfuerzos, y llegamos al grado igual a “10 Sefirót“. Y finalmente, el salto al próximo grado ocurre. Pero no puedo saltar por mí mismo; la fuerza superior me da un impulso. Esta fuerza es el “factor común”, el Uno. Entonces, en lugar de “10″, llego a 1 (Uno), como una calculadora que después que tecleo diez veces salta al próximo dígito. Así es como continuamos acumulando todas nuestras correcciones hasta que la fuerza de “Rav Paalím u-Mekabtziél” llega, ¡ el Gmár Tikún (la corrección final) ocurre!
Por una parte, la red conectora que funciona entre las almas y en la cual residimos es discreta, con impulsos y acciones individuales. Pero al final, como resultado de nuestro alcance, cuando penetramos en ésta cada vez más profundamente, se transforma en una red integral. La “forma integral”, la suma de esas formas discretas es el Creador, uno, como está escrito: “Él y Su nombre son uno“. Nos aproximamos a esta forma de manera discreta: pero al acumular un poco más cada vez, al añadir nuestros pequeños “ladrillos”, nos conectamos con el Uno. Nosotros mismos, no podemos llegar a este Uno. Hacemos todo lo que podemos en nuestro grado actual, acumulamos la suma necesaria de esfuerzos, y llegamos al grado igual a “10 Sefirót“. Y finalmente, el salto al próximo grado ocurre. Pero no puedo saltar por mí mismo; la fuerza superior me da un impulso. Esta fuerza es el “factor común”, el Uno. Entonces, en lugar de “10″, llego a 1 (Uno), como una calculadora que después que tecleo diez veces salta al próximo dígito. Así es como continuamos acumulando todas nuestras correcciones hasta que la fuerza de “Rav Paalím u-Mekabtziél” llega, ¡ el Gmár Tikún (la corrección final) ocurre!
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