
El hombre es capaz de manera natural de tomar en cuenta sólo su propio deseo egoísta. Dondequiera que este pueda arrojarlo, lo que sea que pueda darle valor ante sus ojos, él sólo tiene en cuenta lo que es importante para su ego. Así es cómo una persona se desarrolla. El avance por medio de las órdenes del deseo de recibir, se lleva a cabo en la escala de “amargo o dulce”. Sin ser consciente de ello, la persona siempre se vuelve hacia la orientación del despliegue egoísta. Él lleva a cabo las órdenes internas del egoísmo inconsciente, sin tener idea de dónde provienen. Así es como vivimos nuestras vidas, sin libre albedrío, obedeciendo impulsos internos de nuestras Reshimót (genes informativos) egoístas. Si a una persona se le presenta una oportunidad para establecer conexión con el Creador y llevar a cabo otro tipo de análisis, en la escala de “verdadero o falso”, entonces, con el fin de llevarlo a cabo, debe apoyar inmediatamente por sí mismo este análisis. El apoyo es el entorno. Sin él, la persona permanecerá en las experiencias de lo “amargo o dulce” para siempre y seguramente continuará eligiendo lo dulce por encima de lo amargo, bajo formas diversas, según el grado de desarrollo de su egoísmo. Y siempre tendrá una ilusión de progreso, aunque en realidad, una y otra vez, simplemente elige un dulce más refinado. Si una persona realmente quiere crecer hacia la independencia, él sólo puede hacerlo si él contrasta las sensaciones de lo “amargo o dulce” con el análisis de “verdadero o falso“. Este análisis tiene que hacerse de acuerdo con los criterios externos que están fuera de su egoísmo, los cuales sólo puede proporcionar el entorno. En este caso, todo está en manos de la suerte: ¿Escucha la persona que la independencia tiene una oportunidad para formar e implica poner en práctica? Si lo hace, al menos en pequeña medida, se anula ante el maestro, libros cabalísticos y el grupo (el entorno). Se pone este ante él y luego se da cuenta de que su avance depende únicamente de la conciencia de la importancia de cuan alto se eleve su punto de vista de la importancia de este entorno en comparación con la dulzura de los deseos egoístas. Esta es la naturaleza de nuestro trabajo. ¿Es una persona capaz de emplear el poder de nuestros estudios, la oración y el análisis en su totalidad y aceptar el punto de vista del entorno? Después de todo, no es algo externo, no son sólo los rostros de los amigos. Él forma una imagen interna del entorno y está dispuesto a bajar la cabeza ante ellos. Y entonces, en virtud del entorno, la persona recibe una conciencia de la grandeza del Creador. Inicialmente, sólo hay dos: la persona y el Creador. Y ahora, él empieza a realizar este principio. Si el entorno (los medios) es tan importante para él tanto como la meta (el Creador), es decir, empieza a trabajar con esta herramienta correctamente. El trabajo de la persona es valorar del entorno tanto como él valora al Creador. Y esto requiere un trabajo constante. Si una persona valora el entorno, puesto que lo lleva al alcance del Creador, entonces, en esa medida avanza. En consecuencia, uno puede ponerse a prueba en la práctica: ¿Qué lo motiva a cada momento? ¿Es este un impulso interno, tal como la sensación de “amargo o dulce” o los valores absorbidos del entorno, tales como “verdadero o falso”? Y la “verdad” es la grandeza del Creador. Para eso trabaja la persona: la fuerza integral del amor y otorgamiento, a la cual él quiere conectarse a hasta el punto de adhesión total. Por lo tanto, la opinión del entorno tiene que ser firme y coherente, de modo que pueda obligar a cada amigo a acordarse de la meta (alcance de la grandeza del Creador) y de los medios (el alcance de la grandeza del grupo. Si el entorno piensa sobre ello y pone este análisis como obligatorio ante todos los amigos en todo momento, de tal modo, este proporciona un gran apoyo para todos. Aquí comienza la garantía mutua y la persona recibe la oportunidad de llegar a la revelación del Creador.
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