Los Cabalistas me dan “consejo en la oscuridad” y al final soy como un niño ante una realidad que aún no examino. Les damos consejo a los niños pequeños de la misma manera y ellos obedientemente siguen las instrucciones porque por ahora no saben nada acerca del asunto y confían completamente en los adultos.
Instintivamente, un niños nos cree, como su naturaleza le instruye hacerlo, él o ella nos siguen, con lo que llamamos “a ojos cerrados”.
Debemos seguir a los cabalistas de la misma manera. Por supuesto que esto causa incomodidad, somos adultos, queremos sentir y entender. “Espera, ¿qué estoy haciendo exactamente? ¿Por qué hago esto y con qué propósito? ¿De dónde viene todo esto?” Todos tienen muchas preguntas y excusas. No importa. Si fuéramos niños, el mundo superior se abriría entre nosotros de inmediato. Pero entonces seríamos como “ángeles” ahí, no más elevados que “animales”. Pero si deseamos alcanzar el grado del Creador, entonces no podemos realizar todas nuestras acciones y dar todos nuestros pasos a través de las aspiraciones naturales, debemos hacerlo a través de fe por encima de la razón en otras palaras, en contra de nuestro egoísmo. En esto constituyen todas las complicaciones. Se me da un cierto consejo, pero no puedo encontrar la lógica en este porque mi mente y sensaciones pertenecen a este mundo. No veo ni siento que esta es la manera exacta en que necesito actuar. Se me dice: “Incluso si no lo entiendes, necesitas saber que esta es la forma en que son las cosas en el mundo superior, ya que ahí, todo está dirigido hacia el otorgamiento, y aquí, todo está dirigido hacia la recepción. Ahí todo está en unidad, y aquí todo está en separación. Ahí, todo es eterno, perfecto, y aspira hacia el equilibrio y aquí es al revés”. Pero las palabras no me ayudan. Aún estoy de pie en la base de este mundo y necesito adquirir el mundo superior a partir de aquí. Aun así es difícil por un parte y necesario por la otra. No necesito transitar de un mundo a otro; en su lugar, debo vivir en ambos mundos con el fin de ser independiente en relación al Creador. Es similar a lo que el invitado le dice al anfitrión: “Quiero ser como tú. Eres un dador y yo quiero dar. Tú me entregas y yo quiero entregar a ti. Dependo de ti y quiero que tú dependas de mí”. Entonces yo también necesito ser independiente frente al Creador. Ni siquiera podemos imaginarlo: Por una parte no hay nadie más aparte de Él y por la otra existe algo independiente. Y este estado existe sólo porque nos afirmamos en ambos mundos: constantemente construyo el mundo superior por encima de este mundo. Es por eso que el viaje es tan difícil. Después de todo, cada acción, cada paso, debe oponerse a mi deseo y entendimiento, todo lo que sé y todo lo que he reunido y colectado en el transcurso de toda mi vida. Todo es al revés. Incluso cuando hablamos de amor y unidad, en realidad no es el tipo de amor y unidad a los que estamos acostumbrados. Ellos están por encima de nuestra naturaleza. En otras palabras, debo llegar a un estado donde parezco no existir. Se parece ligeramente a una madre que sin ningún interés se entrega a su hijo. Pero aquí necesito ir completamente hasta el final, unidad sin restricciones en relación a todo el mundo. Y aquí, pese a todos los obstáculos, es cuando descubro que todos los deseos a los cuales debo entregarme en pleno, son opuestos a mí, me odian y me rechazan. Al crecer el Aviut (el grosor del deseo), se me muestra la distancia entre la recepción y el otorgamiento y entonces revelo todo el agobio oculto en la unidad. Y todo esto es para adquirir independencia hasta la altura del Creador. Es por esto que tenemos que estar de acuerdo con todo lo que experimentamos. E incluso cuando nuestra naturaleza, la naturaleza de este mundo, rechaza todas las formas del mundo espiritual, debemos estar de acuerdo con esto. La forma espiritual es opuesta a mí, la odio y no la acepto, pero así necesitan ser las cosas. Debo entenderlo y amarlo; debo prepararme para ello con la ayuda del grupo, el entorno. Hacía ahí exactamente nos dirigimos: hacia esta contradicción, hacerlo deseable para que sirva como prueba del hecho de que estamos avanzando hacia la verdad.
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