El sentido para sentir a los demás se desarrolla por medio de nuestros
intentos y esfuerzos de forzarnos a nosotros mismos a someternos ante el
entorno correcto, sujetar el entorno externo a este para que ellos se
conecten y yo les sirva. Por medio de mi actitud buena y benévola hacia
ellos, descubro al Creador de acuerdo a la ley de equivalencia de
forma. Mientras más trate de hacerle bien al
entorno, más descubriré al Creador, porque Él es bueno y benévolo con el
bueno y con el malo. Entonces también yo necesito intentar tratar a
todos de esta manera.
Los malvados son aquellos que tratan de
hacer el bien pero en ese momento son dominados por el mal. Al descubrir
mi actitud hacia ellos de diferentes maneras, descubro al Creador y en
qué medida tengo que ajustarme a mí mismo a Él.
La revisión y la aclaración son sólo
posibles en relación al entorno. No hay otro lugar donde pueda encontrar
al Creador, verlo y medir en qué forma soy diferente a Él. Su forma se
revela en el público general o en el grupo, es decir, en el entorno, en
el mundo, entonces el mundo (Olam) es el ocultamiento (Alam, que tiene la misma raíz en hebreo) del Creador.
Según la medida en que intente tratar
mejor al mundo y en consecuencia me cambio a mí mismo, yo descubro allí
al Creador. No hay otro lugar donde pueda sentirlo, ya que Él no tiene
forma. Al cambiarme a mí mismo, empiezo a tratar al mundo de manera
diferente, lo cual significa de una mejor manera, entonces, en
consecuencia, empiezo a descubrir que el mundo es la Shejiná donde Él, el Creador, mora
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