Hay una diferencia enorme, que es realmente imposible de explicar.
Es lo mismo que vivir en Israel o en otros países, en el templo o fuera de él, o ser un gran sacerdote o una persona común.
El más mínimo cambio, una subida pequeña en el mundo, evoca tremendas transformaciones dentro de nuestras almas.
Los mundos de Beriá, Ietzirá y Asiá son deseos internos de nuestras almas. Siempre estamos presentes en los tres mundos de BIÁ y no podemos desaparecer de ellos. Estos sirven como “contenedores” alrededor de nuestras almas. Al igual que ahora, yo resido en este mundo y no puedo escapar de él a ninguna parte puesto que mi cuerpo pertenece a este mundo. Yo vivo, crezco, maduro y muero, mientras que aún permanezco en este mundo. Toda la materia de mi cuerpo es parte del mundo material, ya sea que esté vivo o muerto y se desintegra y vuelve a la tierra. Del mismo modo, un alma, sin importar el estado en que está, siempre permanece en el mundo de BIÁ. Mientras tanto, residimos sólo allí, donde pedimos la corrección y atraemos la Luz Circundante.
Esta puede descender a nosotros e iluminar hacia abajo, por debajo del Parsá, del mundo de Atzilút, aunque el Parsá no dejan pasar la Luz.
Pero esta es la Luz “Circundante”, e ilumina desde lejos, despertándonos y llamándonos, como desde la distancia: “¡Ven y mira lo que tengo!”
Entonces me despierto y asciendo junto con el mundo de BIÁ por encima del Parsá. Pero no puedo elevarme, sin ellos puesto que estoy firmemente relacionado con estos: Son los más cercanos “a mi piel”, invistiéndome como un vestido. Yo vivo en el mundo, pero estoy usando “vestiduras”, son los mundos de BIÁ.
Entonces me despierto y asciendo junto con el mundo de BIÁ por encima del Parsá. Pero no puedo elevarme, sin ellos puesto que estoy firmemente relacionado con estos: Son los más cercanos “a mi piel”, invistiéndome como un vestido. Yo vivo en el mundo, pero estoy usando “vestiduras”, son los mundos de BIÁ.
Y en ellos, asciendo al mundo de Atzilút, lo cual es considerado como “el ascenso de los mundos”. Pero tan pronto como asciendo a Atzilút y fuerzo los mundos de BIÁ a elevarse conmigo, yo recibo de tal manera un volumen, una enorme vasija vacío que lleno con la Luz Interior de Atzilút. Esto significa que mi alma se ha llenado con la Luz.
¡El deseo ha dejado entrar la Luz, al Creador, y es lo que experimento ahora! Por lo tanto, el Creador y yo estamos juntos, fusionados el uno con el otro en el grado de nuestra equivalencia de forma. Esto es todo, no hay nada más en toda la creación.
Y de pronto, descubro donde están todos los amigos, otras personas, la naturaleza inanimada, vegetativa y animada, y todo este universo.
Y de pronto, descubro donde están todos los amigos, otras personas, la naturaleza inanimada, vegetativa y animada, y todo este universo.
Todo está contenido dentro de este mismo deseo, nada desapareció, sino que adquirió una forma diferente. Todo lo que yo veía como rocas, plantas, bestias y seres humanos resultan ser mis deseos que antes me parecían objetos materiales, los cuales pude tocar con mis manos.
Pero en realidad, ellos son los deseos de los está hecho el universo.
Y más allá de esto, no hay nada. Por lo tanto, la persona que asciende al mundo de Atzilút con los mundos de BIÁ comienza a revelar la verdadera imagen de la realidad.
A él, como si llegara ver lo que estaba oculto en el interior del computador, detrás de todas esas imágenes, se las mostraron en la pantalla.
¡Eso es lo que se llama revelación!
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