
Supongan que estuvieron en otro planeta, que no saben nada. Mientras están ahí, tienen que evaluar la situación y tomar decisiones independientes para ocupar un nuevo territorio. Este grupo supera todo tipo de obstáculos, lucha a través de junglas y pantanos, cruza un desierto, soporta discusiones internas, y pasa por confrontaciones y reconciliaciones. No es miel sobre hojuelas para las fuerzas especiales enviadas a conquistar el planeta Tierra. Creo que el ejemplo que les puse describe de manera muy cercana la batalla que estamos llevando. También explica nuestra actitud y consideración especial para los amigos caídos y aquellos que nos llevan hacia adelante y marcan el camino. El proceso consiste de muchas etapas. Es una aventura real, una historia de reencarnaciones de almas que una y otra vez llevan a cabo órdenes que han recibido, hasta que llegan al destino final. Cuando llegan al lugar designado, deben comenzar a prepararse para el combate final. Todo estaría bien si los eventos se desarrollaran como en un libro de aventuras; si nosotros, de manera similar a los exploradores de los nuevos territorios cruzáramos el océano, lucháramos con los nativos, los conquistáramos o pactáramos la paz con ellos, y así sucesivamente. Sin embargo, tenemos un tipo de guerra diferente, una interna, no una externa. No podemos dejar salir nuestras ambiciones y explotar contra el enemigo externo con sólidos batallones egoístas sosteniendo una bandera. No podemos emplear nuestros instintos naturales: envidia, odio, lujuria, vanidad, y ambición para obtener la victoria por la fuerza. Tenemos aquí un proceso totalmente opuesto. Todos nosotros, juntos, debemos ganar en la guerra interna.
Constantemente pensamos que debemos derrotar a un enemigo externo. De hecho, es sólo un juego de la imaginación. Si nos conquistamos a nosotros mismos, el enemigo externo desaparecerá. Sin embargo, por el momento, tenemos que luchar con este para poder ganar “tiempo”. Hasta ahora, existimos en un estado no corregido que tiene como resultado la noción del tiempo. Así, con el fin de hallar el tiempo y espacio libres para poder hacer el trabajo espiritual, tenemos que trabajar también en el plano corporal. Así, vivimos en el mundo que está dividido en dos. Una de sus partes es material, y la otra espiritual. Debemos tratar a los amigos de forma similar. Algunos viven batallas materiales, y otros viven las espirituales. Ambos hacen contribuciones vitales a esta exaltada guerra, cuyo propósito es llegar al final de la corrección. De acuerdo a Baal HaSulam muchos amigos caerán en el camino, y más caerán en el campo de batalla, interno y externo. Sin embargo, al final, todos dan sus vidas para llegar al propósito de la creación. Por lo tanto, sus almas reencarnan y se forman para la batalla una vez más, hasta que todos ellos son transformados, habiendo llegado a la unidad y adhesión. Con respecto a nosotros, debemos siempre mirar hacia el futuro, en lugar de hacia el pasado, y esforzarnos por luchar internamente, lo cual reducirá grandemente las batallas externas.
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