El estado de una sociedad integral no se caracteriza por la individualidad de cada uno, sino precisamente por aquello que aparece entre nosotros, por sobre nosotros, como si estuviera por fuera de nosotros. Al mismo tiempo nosotros ascendemos por encima de nuestro nivel bestial al siguiente, llamado “hombre” o “Adam” en hebreo. No es por nada que Adam se describe en las fuentes antiguas como una sola imagen colectiva de la que supuestamente surgimos, habiéndose dividido internamente después de su caída de la virtud (el origen del egoísmo), que rompió esta imagen en una multitud de partes.
Cada partícula es cada uno de nosotros. Y ahora, a pesar de este egoísmo que existe entre nosotros como una división, como una fuerza de repulsión, nosotros tenemos que superarlo.
No lo hacemos mediante su destrucción, sino por el contrario, lo utilizamos para un ascenso, ya que sin una fuerza de rechazo mutua entre nosotros, no tendríamos el estímulo para superarlo precisamente a través de un asenso por encima de él.
Y al ascender por encima de esta fuerza nos unimos.
En otras palabras, a pesar de que la fuerza de nuestra separación egoísta parece causar daño, en realidad es para nuestro beneficio.
Ella involuntariamente nos eleva por encima de nosotros, por sobre nuestro nivel bestial, por el camino egoísta de desarrollo que en nuestro tiempo está llegando a su fin.
Nosotros lo llamamos bestial, porque se desarrolló en nosotros instintivamente, al igual que todas las etapas anteriores de desarrollo, que experimentamos en el proceso de evolución.
Ahora la próxima fase de desarrollo de la humanidad está emergiendo, una fase consciente en la que revelamos en nosotros mismos la imagen colectiva de “Adam”, que nosotros tenemos que ensamblar, elevándonos por sobre el egoísmo, conectándonos entre nosotros, superponiéndonos unos sobre otros en un solo mecanismo y completando a todos y a cada uno.
El egoísmo nos ayudará en eso y debemos tener una actitud correcta hacia él. Podemos observar esta imagen a partir del ejemplo de una familia óptima, donde dos personas adultas serias, con un alto nivel de conciencia, entienden tanto las diferencias entre ellos como la posibilidad de crear un campo común de superposición mutua de cada uno.
La superposición de un círculo sobre el otro, su intersección común, el segmento compartido entre ellos es lo que llamamos una familia.
El escenario ideal es cuando ambos círculos se superponen completamente uno sobre el otro. Sin embargo, no nos limitamos simplemente a superponer unos a otros en un nivel animado, sino que los elevamos espiritualmente a un estado de “Adam”, hacia la aparición de un determinado tercer elemento entre nosotros, el resultado de nuestro esfuerzo. La superposición de un círculo sobre otro no significa que uno elimine al otro o que desaparecen los dos.
Surge una cierta tercera parte, un elemento medio, compuesto de los otros dos, de su aspiración por estar juntos a pesar del egoísmo, que está en contra de eso.
Este es un estado complejo. Necesitamos exponerlo y describirlo, e intentar llevar a la persona a él de una manera emocional.
La formación integral supone la creación de este tercer estado dentro de la persona. Este se encuentra enterrado profundamente dentro de nosotros en su forma embrionaria y nosotros tenemos que extraerlo de nosotros mismos conscientemente y elevarnos a ese nivel. En el curso de nuestra evolución nos hemos desarrollado a partir de la naturaleza inanimada hacia los niveles vegetativo y animado de la naturaleza.
En nuestros días, el ser humano no es diferente de un animal, con la excepción de que nosotros hemos desarrollado la ciencia, la tecnología y la cultura.
Pero aquí estamos hablando de un nivel de alcance completamente diferente, de sensación y penetración de la naturaleza: el nacimiento de un estado de “Adam” que nunca antes existió en nosotros. Cada uno de nosotros lleva sólo un fragmento del estado común hacia el cual tenemos que llegar al reunir todos estos fragmentos en uno solo
Cada partícula es cada uno de nosotros. Y ahora, a pesar de este egoísmo que existe entre nosotros como una división, como una fuerza de repulsión, nosotros tenemos que superarlo.
No lo hacemos mediante su destrucción, sino por el contrario, lo utilizamos para un ascenso, ya que sin una fuerza de rechazo mutua entre nosotros, no tendríamos el estímulo para superarlo precisamente a través de un asenso por encima de él.
Y al ascender por encima de esta fuerza nos unimos.
En otras palabras, a pesar de que la fuerza de nuestra separación egoísta parece causar daño, en realidad es para nuestro beneficio.
Ella involuntariamente nos eleva por encima de nosotros, por sobre nuestro nivel bestial, por el camino egoísta de desarrollo que en nuestro tiempo está llegando a su fin.
Nosotros lo llamamos bestial, porque se desarrolló en nosotros instintivamente, al igual que todas las etapas anteriores de desarrollo, que experimentamos en el proceso de evolución.
Ahora la próxima fase de desarrollo de la humanidad está emergiendo, una fase consciente en la que revelamos en nosotros mismos la imagen colectiva de “Adam”, que nosotros tenemos que ensamblar, elevándonos por sobre el egoísmo, conectándonos entre nosotros, superponiéndonos unos sobre otros en un solo mecanismo y completando a todos y a cada uno.
El egoísmo nos ayudará en eso y debemos tener una actitud correcta hacia él. Podemos observar esta imagen a partir del ejemplo de una familia óptima, donde dos personas adultas serias, con un alto nivel de conciencia, entienden tanto las diferencias entre ellos como la posibilidad de crear un campo común de superposición mutua de cada uno.
La superposición de un círculo sobre el otro, su intersección común, el segmento compartido entre ellos es lo que llamamos una familia.
El escenario ideal es cuando ambos círculos se superponen completamente uno sobre el otro. Sin embargo, no nos limitamos simplemente a superponer unos a otros en un nivel animado, sino que los elevamos espiritualmente a un estado de “Adam”, hacia la aparición de un determinado tercer elemento entre nosotros, el resultado de nuestro esfuerzo. La superposición de un círculo sobre otro no significa que uno elimine al otro o que desaparecen los dos.
Surge una cierta tercera parte, un elemento medio, compuesto de los otros dos, de su aspiración por estar juntos a pesar del egoísmo, que está en contra de eso.
Este es un estado complejo. Necesitamos exponerlo y describirlo, e intentar llevar a la persona a él de una manera emocional.
La formación integral supone la creación de este tercer estado dentro de la persona. Este se encuentra enterrado profundamente dentro de nosotros en su forma embrionaria y nosotros tenemos que extraerlo de nosotros mismos conscientemente y elevarnos a ese nivel. En el curso de nuestra evolución nos hemos desarrollado a partir de la naturaleza inanimada hacia los niveles vegetativo y animado de la naturaleza.
En nuestros días, el ser humano no es diferente de un animal, con la excepción de que nosotros hemos desarrollado la ciencia, la tecnología y la cultura.
Pero aquí estamos hablando de un nivel de alcance completamente diferente, de sensación y penetración de la naturaleza: el nacimiento de un estado de “Adam” que nunca antes existió en nosotros. Cada uno de nosotros lleva sólo un fragmento del estado común hacia el cual tenemos que llegar al reunir todos estos fragmentos en uno solo
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