¿Qué
es el amor perfecto? Es un gran amor, como está escrito, ‘Camina ante el
Creador en sinceridad y perfección completas’ (Bereshit 17:1).
Hay amor condicional, que aparece como resultado del bien recibido del Creador (Introducción al estudio de los diez Sefirot,
ítems 66-74), como resultado, el hombre se une al Creador con todo su
corazón y alma. Sin embargo, a pesar de que se funde con el Creador en
perfección completa, este amor se considera imperfecto.
El amor perfecto es el mandamiento más
alto e incluyente, del que nos hablan los cabalistas, es el principal
requisito que debemos cumplir, con respecto a la creación. Por esta
razón se llama una Mitzva.
En el amor condicional, mientras más
recibo, más amo al dador. Resulta que en realidad no lo amo, sino que
amo la fuente de la que procede el placer. Si la fuente de placer se
detiene, pierdo la conexión con la persona o con la fuerza. A esto se le
llama amor condicional, pues depende de mi placer.
Dependo de ese amor porque no puedo
diferenciarme de mi placer, de la parte de mí que disfruta. Aún no me
divido en dos partes: en el burro que disfruta y el ser humano que
compara, ve, se da cuenta y siente. El burro y el ser humano aún están
conectados. Por lo tanto, si me siento bien, amo la fuente de placer y
si me siento mal, no la amo.
Así amamos en este mundo, desde los
niños pequeños que a veces dicen que su mama es mala si no hace lo que
les gusta. Esta es la respuesta natural y directa del ego y es natural
para todos en relación con todo en la vida. Este amor se llama amor
condicional, por lo tanto, es imperfecto. Va de acuerdo al nivel de
nuestro desarrollo y no hay nada que podamos hacer al respecto.
Por supuesto, mientras más
evolucionamos, exigimos un amor más sublime, no sólo una comida
deliciosa, algún servicio o algunos pequeños placeres, sino sentimientos
más sublimes y especiales. Sin embargo, este amor aún depende de
recibir placer. Es con tal amor y de tal amor que nacemos, ya que somos
el deseo de recibir; todos somos como bestias, aquí es donde empezamos.
Por esta razón amamos lo que disfrutamos, es decir, la fuente del placer
que sentimos.
Comenzar a desprendernos de la fuente de
placer y conectarnos a la propia esencia interior, requiere mucho
trabajo, mucho esfuerzo y un don de lo alto. Debemos dejar de depender
de recibir placer en nuestro burro y preferir la fuente real de placer,
Sus cualidades, que no traen beneficio directo para mí, sino que las
valoro por sí mismas, por su origen. Será un amor no supeditado a lo que
obtengo, sino que depende sólo de lo que identifico en mi impresión de
las cualidades sublimes de la fuente, en Su exaltación especial,
comparada con todo lo que puedo imaginar.
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