parte 1, “Reflexión interna”, ítem 12: Se nos dice: “Él es Uno y Su Nombre es Uno”. “Su nombre” se refiere a Maljut del Mundo del Infinito,
es decir, el deseo de recibir, una parte orgánica inseparable de la
realidad que fue incluida originalmente en el pensamiento de la
creación. La Luz desciende a través de cinco
fases: desde la fase cero hasta la fase cuatro (Maljut del mundo del
Infinito). Este proceso puede presentarse ya sea como una progresión
secuencial o en forma de círculos concéntricos. En cualquier caso, lo
más importante es el progreso. Con cada paso, la revelación de la Luz se
vuelve más intensa, el deseo se manifiesta y se aclara más, ella siente
y alcanza más.
Como resultado, la cuarta fase recibe la Luz del Infinito sin limitaciones. En otras palabras, la criatura
quiere recibir la totalidad de la Luz sin restringirse por nada en
absoluto, ni por la escasez ni por el exceso. Este es un estado ideal
que puede describirse como darle un vaso con agua a un sediento. Un vaso
es exactamente lo que él necesita para satisfacer su sed, no más y no
menos. La cantidad de agua es precisamente suficiente para saciar su
sed. Nada sobra y no hay una necesidad de más agua. Esto es lo que el Creador preparó para
nosotros: un estado permanente de “Maljut del mundo del Infinito” el
cual tenemos que alcanzar en este momento de nuestra evolución. Por eso,
nuestro deseo tiene que coincidir exactamente con la Luz y estar
acompañado de la intención correspondiente, en unidad, en perfecta
armonía. En general, se trata del proceso para
establecer las relaciones correctas entre el Creador y la criatura. Esto
se debe a que la cuarta fase siente todo lo que está pasando con ella;
siente que recibe la Luz, que detecta la actitud del Creador. Todo ello
se le da a la criatura con la excepción de su propia reacción ante lo
que está sucediendo. El Creador le da el deseo de recibir todo lo que Él
concibió originalmente, la llena por completo con la sensación, con la
actitud y la bondad. Habiendo recibido todo esto, la cuarta fase se
cierra dentro de sí misma y comienza a desarrollarse sobre esta base, ya
que ahora cuenta con los tres parámetros necesarios:
• El deseo de recibir;
• El deseo de complacer, es decir el amor y la buena actitud del Creador;
• El placer que la llena.
En otras palabras, existo yo, que me
esfuerzo por recibir, está el placer que obtengo y hay una sensación
del Dador amoroso. Estos factores comienzan a trabajar dentro de mí. Si
yo no sintiera el amor del Creador, me limitaría a seguir disfrutando de
mí mismo de manera ilimitada. Sin embargo, el amor lo “estropea todo”:
Al parecer, además del placer hay algo que exige mi respuesta. No
“déjame en paz” y yo comienzo el viaje.
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