“Déjame pasar
por su tierra; no nos desviaremos hacia los campos, no beberemos agua de
los pozos; iremos por la ruta del rey, hasta que pasemos su frontera”.
Sijón no sufriría que Israel
pasara por su frontera; sino que Sijón reunió a todo su pueblo,
salió
en contra de Israel hacia el desierto y llegó a Jahaz; peleó en
contra de Israel.
E Israel lo hirió a filo de espada, y
poseyó su tierra desde Annon hasta el Jabbok, incluso sobre los hijos
de Ammón; porque la frontera de los hijos de Ammón era fuerte.
Muchas
imágenes en la Torá, entre ellas el Rey Sijón, encarnan las fuerzas
egoístas en una persona, las cuales al corregirlas son transformadas en
características de otorgamiento y amor.
Las siete naciones en la tierra de Israel, las cuales no permitían a nadie entrar ahí, pertenecen a esas fuerzas egoístas.
En otras palabras, nuestras características egoístas son colocadas ante
nosotros, y es necesario conquistarlas, matarlas, es decir corregirlas,
cambiar su base, ponerlas bajo una intención en aras del otorgamiento.
Esos son los deseos egoístas más fuertes, incluyendo los hijos de Ammón, que existen en cada persona y en los deseos humanos en general.
A través de su corrección, aparece la intención por el Creador, y se transforman llegando a ser una parte de la tierra de Israel. Eretz (Tierra) se deriva de la palabra “Ratzón” (Deseo), e Israel simboliza la dirección “Directo al Creador” (Yashar-Kel), es decir, esos son los deseos con los cuales la persona se transforma para llegar a ser como el Creador.
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