No hay mayor ayuda que ésta. Después de todo, estoy dentro del deseo de recibir, del egoísmo y lo que realmente funciona en mi son estos golpes, no una linda actitud.
Básicamente,
los golpes que el Creador me manda son una recompensa y mi trabajo
siempre es ‘besar el palo’. Construyo un nuevo kli espiritual al cambiar
mi actitud hacia los golpes, identificandome con ellos y dejando el
sufrimiento a mi burro. Al burro, lo dejo que sufra, me coloco al
costado del camino y siento ansiedad por adherirme a la mano que
sostiene el palo.
Con la ayuda de los golpes
me separo y me libero de mi egoísmo. Cuando no tengo a dónde escapar,
no puedo evitar preguntarme si no es posible evadir el palo, luego ya no
quiero identificarme con la ‘carne’. Esta es una reacción natural: si
siento un sufrimiento insoportable, primero que nada pido al doctor una
píldora para reducirlo, es decir quiero salir del sufrimiento del
cuerpo.
Así es
como el dolor me ayuda a renunciar al egoísmo y conectarme a algo que se
utiliza para ayudarme. Y de pronto, viendo a mi ego desde afuera,
descubro que estoy sufriendo específicamente por él. Así el dolor me
distancia a mi mismo del ego y me acerca al Creador.
Así es
que los golpes son necesarios. ¿Pero sobre quien caen?. No es sobre mí,
sino sobre mi deseo egoísta. Este deseo no soy yo. Me quiero
identificar, no con el ‘cuerpo’, no con el deseo, sino con la intención
de otorgar, con el anhelo de otorgar, que están por encima del egoísmo.
Ahora entiendo, el deseo me fue dado a fin de que por encima de él,
pueda adoptar la actitud y participe en el otorgamiento.
En consecuencia necesito los golpes. Ellos me ayudan a hacer el cálculo correcto.
Está
dicho: ‘Escatimar la vara, estropea al niño’. La historia completa del
pueblo de Israel, desde que dejó Babilonia, es la historia de
sobreponerse al sufrimiento. Incluso en el período del Beit HaMikdash
(Templo) hubo numerosas guerras y problemas que acompañaron al trabajo
interno, al esclarecimiento del egoísmo y su corrección. La Torá llama a Israel ‘pueblo terco’ (Éxodo 33:3), después de todo, sus deseos fueron creciendo siempre y esto los condujo a confrontaciones más fuertes.
¿Qué
podemos decir sobre los últimos 2,000 años de exilio cuando la gente fue
perseguida por problemas y enfrentó brutalidades sin límites? ¿Cómo es
posible comparar esto a un día de enfermedad después de una fiebre?
Todos estos problemas vinieron del Creador, el bueno que hace el bien (Salmos 119:68), cayeron sobre el deseo egoísta haciendo posible separarse de él y alcanzar el otorgamiento.
Así, el
problema es que nos identificamos con el deseo de recibir. Si,
contradiciendo al programa, a pesar de que me fue impuesto, aún no he
renunciado al egoísmo y estoy aún conectado a él, necesito recibir
golpes.
Pero de
hecho esto no es así, cuando me separe del egoísmo dejaré de recibir el
palo en mi. Cuando llegue el tiempo de separarme del ego, de dejarlo, en
ese grado los problemas se alejaran. Pero la vara cae, específicamente
en el deseo y no en mi. Si estoy separado del deseo, entonces no siento
el golpe, al contrario, me siento bien, más fuerte, saludable y
realizado.
Este es todo el problema. Esto es el llamado exilio.
El
Creador,metódicamente, aumentará los golpes sobre el deseo de recibir
para que lo abandonemos. Hoy toda la humanidad, junto con el pueblo de
Israel, está entrando en este proceso, sin embargo, el pueblo de Israel
todavía tiene que pagar sus deudas.
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