“Suban por aquí, hacia el sur, suban las montañas, vean la
tierra, lo que es y la gente que mora en ella, si son fuertes o débiles,
si son pocos o muchos; cómo es la tierra en que habitan, si es buena o
mala; en qué ciudades habitan, campamentos o fortalezas; cómo es la
tierra, fértil o estéril, si hay árboles o no. Esfuércense y traigan el
fruto de la tierra” Era el tiempo de las primeras uvas. Y ellos subieron
y reconocieron la tierra desde el desierto de Zin hasta Rehob, en la
entrada de Hamat. Y ellos fueron hasta el sur y llegaron hasta Hebrón
donde estaban Ahimán, Sesai y Talmai, los hijos de Anac. Hebrón fue
edificada siete años antes de Zoán en Egipto.
Esto
habla de fuerzas muy profundas actuando en contra de los hijos de
Israel. También del lugar en sí, Hebrón y el tiempo del primer fruto de
las uvas, que simboliza el fruto de Jojmá y también de Anac y sus tres hijos.
En
general, todo trabaja en contra de la posibilidad de la persona para
superar los obstáculos; no tiene las fuerzas para esto. Aquí se requiere
una nueva fuerza, la característica de otorgamiento, la cual no
pudieron alcanzar en el desierto. Así que ¿cómo iban a conseguirla en la
frontera? Esto no se entiende. Así que vuelven y dicen todo lo que
habían visto. De su lado no había pecados; lo único que dicen es: “Con
lo que tenemos, no podemos controlar el ego que se levanta frente a
nosotros. No sabemos qué hacer. No hay una respuesta“.
En
principio, ellos llevaron a cabo su misión de manera absolutamente
correcta, descubrieron todo lo que hay allí correctamente. Y además, eso
ni siquiera era su problema. El problema fue que llegaron a una
conclusión errónea y decidieron que estaba prohibido seguir hacia
adelante. No necesitamos detenernos. Tenemos que buscar otro camino,
buscar el poder de la fe por encima de la razón, hacer algo, pero no
rendirse en el siguiente nivel de ascenso.
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