“El diagnóstico de Bialik”
“Los
estudiosos judíos que estuvieron presentes en los primeros días del
estado de Israel le dieron forma al objetivo que identificó el principal
problema que afronta. Sin embargo, esto no evita que continuemos
posponiendo la solución para más tarde.
Tel
Aviv, Calle Balfour, 1934. El último discurso de Jaim Najman Bialik.
Pronto viajaría a Viena para una operación y regresaría en un ataúd ¿De
qué habló? De la división y el odio que está destruyéndonos desde el
interior: ‘¿Cómo le dimos la bienvenida a nuestros hermanos
que huían de la guerra? Elevamos el precio de las rentas inmobiliarias y
les quitamos sus últimos centavos… El destello del satánico oro cegó
nuestros ojos. Celebramos que el brillo del diabólico oro nos cegara.
Nos enorgullecimos de nuestra iniciativa y prosperidad, pero en realidad
esta era una vacía conmoción especuladora’.
Lo que
le preocupaba a Bialik no eran las amenazas externas, no eran los
problemas con las autoridades, sino la raíz de todos los problemas de
las personas, perderse en el sinuoso camino de la historia. Por cientos
de años trataron de ser ‘como todos los demás’, adaptándose a los
estándares externos. E incluso en su propia tierra continuaron en la
misma dirección de asimilación -no físicamente, sino ideológicamente y
de acuerdo a los valores.
Hasta el
día de hoy hemos insistido en imitar a la parte ‘ilustrada’ de la
humanidad y estamos convencidos de que este es el único camino correcto
¿Pero no es en esto que está nuestro error esencial por cuya causa no
hemos alcanzado la verdadera paz, ni con nuestros vecinos ni con
nosotros mismos?
La
conclusión de Bialik es profética y relevante para nuestros tiempos: ‘El
principal síntoma de la enfermedad es una terrible falta de unidad interna, un conflicto de facciones y el odio infundado que nos está destruyendo’.
Desde el
tiempo en que peleamos por nuestra independencia, por nuestro derecho a
vivir en esta tierra, no hemos dejado de pelear entre nosotros e
incluso nos asesinamos en base a disputas entre facciones, como en el
caso de ‘Altalena’. No perdemos una oportunidad de frotarnos las manos
cuando vemos los problemas de nuestros hermanos. Imaginen el desarrollo
de los eventos en caso de una nueva gran inmigración, digamos desde
Ucrania o Francia y Bélgica. Estoy seguro que ustedes han dicho esto
antes: ¡Elevemos el precio de las rentas!
¿Entonces qué ha cambiado? Nada. No hace ninguna diferencia que ahora las leyes sean aceptadas en la Knesset de
Israel y no por mandato del gobierno, aún permanecemos en exilio
espiritual, en los suburbios de la tierra a la que debimos haber
retornado de forma diferente, no sólo de forma física.
No fue
sólo Bialik el que indicó que la separación es el principal problema del
pueblo judío y la unidad es la clave de la prosperidad. Bialik, el
famoso poeta, a menudo visitaba una modesta casa en el antiguo
vecindario de Tel Aviv, Neve Tzedek, en la calle hermandad 21, donde
vivía Abraham Kook, el rabino en jefe de Israel. En los 60 años desde
que nació la nación de Israel, específicamente él ha sido reconocido por
la nación entera como la persona que ha tenido la más grande influencia
en el judaísmo. Una línea debajo de él estaría el nombre David
Ben-Gurión. Sin embargo este reconocimiento ha permanecido como una mera
formalidad, como un homenaje a la memoria del Rav Kook. Después de todo, no hemos escuchado su mensaje desde el siglo pasado.
Y
Abraham Kook habló y gritó que carecíamos de la cohesión y el
entendimiento de nuestro papel en la historia. Vio la inmigración a
Israel como una base para el resurgimiento de la nación y la unidad como
una plataforma para nuestra realización. Sin embargo, muchos en el
sector religioso odiaban al Rav Kook a causa de su compromiso con el
sionismo y, los seculares, al contrario, lo odiaban a causa de su fe. En
el otoño de 1913, junto con un grupo de rabinos sionistas, Rav Kook
entró en el salón comedor del Kibbutz Merhaviá, e inmediatamente
prevaleció el silencio en el salón.
Muchas
miradas sospechosas hacia los extraños invitados, y uno de los
residentes gritó: ‘¡No gasten sus palabras y su energía, no encontrarán
siquiera uno solo aquí que quiera unirse a ustedes!’ Rav Kook se
aproximó a él y dijo: ‘No hemos venido a que se nos unan sino a
unirnos’.
En el
transcurso de cientos de años hemos perdido la habilidad de apreciar a
nuestros sabios. Tal vez Kook, como Bialik, apareció antes de tiempo, y
permanece como un creyente en una utopía que no es entendida, aun cuando
en realidad no habló acerca de nada utópico. Hoy, cuando ante nuestros
ojos diferenciamos entre personas de diferentes naciones, cultivando
enemistad y odio entre ellos y lo hacemos con entendimiento, la unidad
parece una solución muy lógica e incluso una necesidad.
Pero la
palabra ‘lógica’ no está escrita en nuestra bandera. El centro Gallup
recientemente organizó una encuesta global acerca de los problemas que
le preocupan a las personas. 70 mil personas de 65 naciones indicaron
sus problemas: ‘llanto’ por la corrupción (21% en contraste con 15% en
el año previo), dificultades económicas (14%) pobreza e inequidad (12%).
En breve esos problemas que son reconocidos y entendidos en Israel.
Pero esos son los resultados. Y existe una causa-aislamiento, apatía,
distancia mutua en el corazón y la mente.
¿Por qué
nadie se queja de esto? ¿Tal vez las personas están simplemente
confundidos por los medios? Pero ya conocemos la respuesta que fue
escuchada hace no mucho y no ha perdido su relevancia “¿Cómo es posible
hacernos entender? Ni siquiera el holocausto causó que las personas
pensaran una vez más acerca de su destino.
¨Ya dejé
que mis consideraciones esenciales fueran escuchadas en el año 1933. En
adición a esto, hablé con los líderes de la generación, y mis palabras
no fueron aceptadas entonces, aun cuando grité fuerte y advertí acerca
del colapso del mundo, pero esto no causó ninguna impresión…¨ -eso es lo
que escribió un amigo cercano de Abraham Kook, el cabalista Yehuda
Ashlag. Gritó no sólo aquí, sino también en Polonia, desde donde intentó
traer 300 familias antes de la Segunda Guerra Mundial. Todo estaba
listo, y nadie interfirió, excepto… los líderes judíos que expulsaron a
Ashlag y realmente lo enviaron a Palestina, haciendo imposible para él
realizar su plan. No es necesario decir, tanto esos líderes como las
familias que él enlistó perecieron en el Holocausto.
¿No es todo esto suficiente para que extraigamos conclusiones? Para nosotros es suficiente.
“El hijo
de Ashlag vino a verme”, escribe Ben Gurión en su diario en el año
1958, ‘Le hablé de mis reuniones con su padre, cuando quería hablarle de
Cabalá y él quería hablar conmigo de socialismo…’, eso es todo.
Personas
listas, conocedoras, cuidadosas unánimemente indicaron la esencia de
los problemas, el defecto social sistémico que obstruía a la nación
desde el principio, pero su voz fue engullida por la cacofonía de las
acusaciones mutuas y las recriminaciones, en disputas diminutas con
grandes implicaciones. Si incluso una persona que poseía la estatura de
Ben Gurión no comprendió, no absorbió, el mensaje que era tan claro para
los miembros de su generación, no sorprende que aún suframos del mismo
mal.
El
diagnóstico de Bialik es correcto: en nuestra tierra somos extraños el
uno para el otro hasta un grado enorme. Israel está dividido, en
sectores, y confundido por una mirada de codicia hacia el becerro de oro en la honorable vestimenta de los valores liberales.
¿Somos
la única democracia en el Medio Oriente? Sí. Pero, la democracia está
enferma, carece de calidez en las relaciones normales entre las personas
¿Entonces ha llegado el momento de recuperarnos de la enfermedad?
‘Nuestro Tel Aviv está enfermo’, dijo Bialik, ‘Y los bendigo a ustedes y
a mí para que veamos signos de recuperación después que regrese’.
Algunas veces la esperanza vive más que la persona misma y se transmite a
sus descendientes, para que ellos la realicen a pesar de todo”.
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