Está descrito en la Torá
cómo Moisés gritaba cuando se dirigía al Creador, pero no había nadie a
quien dirigirse. Como está escrito, “Una voz llama… en el desierto”
(Isaias 40:3).
En general, expresamos nuestras
imágenes, impresiones y relaciones mutuas con el Creador exactamente de
la manera en que expresamos nuestra ira hacia una computadora
defectuosa.
Sin embargo, de hecho, el poder superior es una inmutable ley de la naturaleza
y está escrito, “Él lanzó un decreto, el cual no cambiará” (Salmos
148:6). Entonces, ¡no hay nadie a quien dirigirse excepto a ti mismo!
Existe un programa
inmutable dentro del cual nos encontramos y debemos trabajar dentro de
él. De otra manera, nos esforzaremos y tendremos dolor hasta que
llegamos a la consciencia de cómo continuar hacia adelante.
Nada mejorará si no trabajamos en
nosotros mismos para llegar a una buena conexión con otros y, más aún,
¡con todos! Ni las buenas relaciones en la familia, ni siquiera con las
personas nos ayudan. Las alianzas egoístas no ayudarán aquí; todo debe
ser absolutamente altruista.
Necesitamos funcionar más allá de
nosotros mismos, fuera de todos los cálculos egoístas. Así es como nos
unimos todos, sólo con conexiones altruistas.
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