He aquí uno de
mis artículos recién publicados, “¿El tratado nuclear con Irán? No es
nuestro problema”.
¿Pensaban
que el problema nuclear con Irán es nuestro principal problema?
Piénsenlo otra vez. El problema nuclear en realidad está aquí. Está en
las turbias relaciones entre nosotros y no en las relaciones de Israel y el mundo.
“Nuestra nación está fundada con base en unidad y amor fraterno”, dice
el doctor Michael Laitman quien encuentra una profunda conexión entre la
situación actual y el tiempo antes de la destrucción del Templo.
No tenemos tiempo para juegos del ego. El mundo está dirigiendo las flechas del boicot
hacia el muro de la fortaleza israelí, poniéndonos a prueba. Muy pocos
países derramarán lágrimas tras presionar el botón rojo y no hay un
liderazgo israelí que, por sí mismo, pueda inclinar la balanza a nuestro
favor.
En lugar de llevarnos hacia la unidad nacional -y no del gobierno, nuestros políticos enfocan toda su energía en
pelear como niños pequeños en una caja de arena, sin ser conscientes de
la amenaza existencial que se cierne sobre nuestras cabezas.
Bibi y
Buji sugieren el establecimiento de una gobierno de unidad nacional y
al mismo tiempo esparcen difamaciones mutuas y los políticos danzan
sobre el, cada vez más alto, costo de la vida y en el fondo se elevan
humaredas de gas, lo único que le queda al ciudadano ordinario por hacer
es cerrar bien sus ojos y tratar de escapar de los pensamientos de las
consecuencias fatales del tratado nuclear iraní.
Sin
embargo, los hechos hablan por sí mismos. El problema nuclear, en
realidad está aquí en las turbias relaciones entre nosotros y no en las
relaciones entre israelíes y árabes, iraníes y estadounidenses. Estos
son sólo síntomas de la ruptura central. Nuestra nación está fundada con
base en unidad y amor fraterno.
En el
momento en que nos desviamos de este camino, surgen inmediatamente las
fuerzas negativas en el mundo, empujandonos para ocultarnos juntos en
refugios y para recordar que somos una nación. Esto es exactamente lo
que sucedió durante la operación militar, “Solid Rock”, (Operación
escudo protector) y las que la precedieron. Sin embargo, en el momento
en que la amenaza desaparece, volvemos a ser obstinados y nos negamos a
preparar el remedio para el próximo golpe -actuar juntos de forma
voluntaria y no siendonos forzados por iraníes, Hamas u otros.
El odio es una fuerza poderosa que lleva a la separación y destrucción.
Hoy
es el nueve de Av y estamos acostumbrados a atribuir connotaciones
históricas, religiosas a este día y a olvidar que se trata de nosotros,
de la sociedad israelí que fue fundada con base en el espíritu de
unidad, justo como en el tiempo de la destrucción del Segundo Templo
cuando Israel fue dividido en dos campamentos que se acusaban y
peleaban entre sí, quemando incluso, de manera intencional, las reservas
de comida de Jerusalén y causando hambre en la ciudad durante el
acecho. Es lo mismo hoy; la maldad surge de nosotros.
Vivimos el momento, pero en continua negación de nuestro estado que se deteriora y nos lleva a la destrucción.
Los
primeros en apuñalar con las dagas de la crítica a Israel frente al
mundo entero son los judíos y, desafortunadamente, incluso aquí en casa
nos comemos entre nosotros, en Facebook y en la fila de las clínicas,
justo como el César romano esperaba por el momento correcto para atacar a
Israel.
La
ruptura social llena nuestra vida diaria con maldad, todo el camino
hasta el nivel del individuo y, el odio infundado aún nos domina. El
placer de dañar a otros nos motiva para bien o para mal.
No
hemos aprendido que sentimientos negativos y relaciones hostiles entre
nosotros es, en realidad, lo que afecta y da forma a nuestra realidad.
Mientras más fuerte es la fuerza, más oculta está. El odio es una
fuerza poderosa que nos lleva a la división y a la destrucción. Nuestro
odio aplasta al mundo.
Ningún
movimiento político nos llevará a una solución. Ninguna cubierta
externa de un gobierno de unidad nacional será capaz de sanar las
aflicciones humanas que nos causamos entre nosotros. Debemos ir hacia un
movimiento en toda la nación que parta de lo interpersonal hasta un
gran número de sectores, que ponga fin a la división entre nosotros en
todos los aspectos de la vida y se refleje positivamente en nuestra
seguridad nacional y en nuestra situación política. Ahora, justo como en
el pasado, es sólo mejorando nuestras relaciones que seremos capaces de
reconstruir la sociedad israelí de sus ruinas.
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