Nadie puede imaginar que somos un alma y que debemos corregir las
relaciones entre nosotros a tal punto que no haya diferencia entre la
forma en que la persona se siente a sí misma y la forma en que siente a
los demás.
Es más, tenemos que alcanzar “ama a tu
prójimo como a ti mismo”. Yo debo amar a los otros más de lo que yo me
amo a mí mismo, justamente como me amo a mí ahora al destacarme entre
los demás. Esto significa que debo ascender totalmente por encima de mi
deseo de recibir y ver toda la verdadera realidad.
Seguimos fracasando en este trabajo, y
entonces tenemos que ayudarnos constantemente los unos a los otros y
estimularnos entre nosotros. La persona no puede despertarse a sí misma;
solo los amigos pueden despertarlo a la conexión.
La conexión tiene que ser total, y es
desde esta conexión total que aprendemos y alcanzamos los atributos del
Creador. Esto se debe a que nunca podemos aprender los fenómenos reales
que toman lugar en nuestras vasijas, sino solo las impresiones y la
sensación que invoca cierto fenómeno en nosotros y en las vasijas
actuales.
El alma está llena con Luz,
nosotros todavía no sentimos la Luz real sino más bien la reacción de
la vasija hacia esta, la impresión de la vasija. Es igual a la forma en
que funcionan los instrumentos en nuestro mundo: nosotros marcamos
movimientos en un instrumento y el instrumento responde al efecto de
cierta fuerza. Identificamos, vemos sus reacciones y lo atribuimos a la
fuerza que opera en el instrumento.
No sentimos la fuerza en sí, sino solo
la respuesta del instrumento a cierta influencia desconocida. Es así
como descubrimos al Creador, a través de la sensación y la impresión de
la vasija a partir de Su presencia. Esto significa que el llenado de la
vasija también son vasijas, letras, además de la HaVaYaH inicial.
Estas letras adicionales son como un
código, una clave que permanece para todo llenado en la vasija. Es como
si en esta vasija hubiera una marca de números que se mueve en un
contador. Esto significa que nunca podemos sentir la Luz en sí misma,
sino que sentimos y percibimos los cambios que la Luz realiza en
nosotros.
Nosotros medimos estos cambios, los
sentimos, los contamos y luego llamamos Luz a estos cambios. No tenemos
acceso a la Luz en sí, puesto que la Luz es en realidad la fuerza
superior.
Por lo tanto, deberíamos entender que la
revelación del Creador es un cierto tipo de vasija, la impresión en la
vasija. Tenemos que estudiar, revelar cómo debería ser impresionada la
vasija y cómo debería responder, cómo tiene que prepararse para que sea
lo suficientemente sensible y esté lista para la revelación de la Luz
Superior en ella.
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